Aprendí viviendo y sufriendo que nada forma más y mejor que el dolor y las carencias. Aprendí también, que uno no debe achicarse nunca frente a los soberbios que te subestiman, que se creen más y superiores y hacen cualquier cosa por treparse al pedestal que ellos mismos se construyen, para estar más cerca de los poderosos y engolosinarse de figuración, sin darse cuenta que la legitimidad está en que otros sean quien los reconozcan...
La soberbia los ciega. No hay mayor ni más natural reconocimiento que aquel que te haga tu conciencia responsable, pues nadie debería exigirte más que tú mismo para dejarla tranquila...
Aprendí que el aplauso más valioso, el que te llega al alma, es el interior, el tuyo.
Eso se logra si vives proyectado hacia adentro de ti, intentando crecer y elevarte, y no andar buscando en vano figuración hacia afuera...
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