Una telaraña salpicada de rocío, como rociada de perlas que destella con la luz del amanecer es para muchos nada más que casualidad.
¿Para qué caer preocupándonos con la tontería de cambiar la posición de esas dos letras ignorando a la causalidad, para que reine la casualidad...?
La escena natural está a nuestra disposición como por arte de magia en la tierra, en los mares, en el aire y en el universo todo. ¿Para qué complicarnos la vida al pensar en algo superior si sólo nos basta saber que cuando necesitamos sus nutrientes, les echamos mano sin contemplaciones?
El amor de una madre, el vuelo de un colibrí, el interminable peregrinar de las golondrinas, el insólito retorno del salmón aguas arriba y en contracorriente para morir generando la vida, la ejemplar organización de las abejas, el maravilloso trajinar de las hormigas, nada más que eso, naturaleza sin más trámite, como el equilibrio en el caos universal, eso, naturaleza sin más, y porque sí, casualidades que se dan...
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