De: "Mercaderes en el templo..."
Desde que había asumido el rol de escritor supo dos cosas: que no lo abandonaría mientras un suspiro le quedara a su corazón y que debería caminar con el peso de una pesada cruz, pues estaba repleta de compromisos e involucramientos que no eludiría porque se los exigía su alma...
Él no adoptaría la actitud parsimoniosa y contemplativa de ver pasar por delante el tren de la oportunidad que disminuye en cada estación su velocidad para facilitar el ascenso a los resueltos pero luego sigue, toma velocidad, se va..., y no siempre vuelve.
Adriano quería para sí la evolución, el crecimiento, la elevación para su transformación y de ningún modo se iba a conformar con la comodidad que mantenía anclada a tanta gente, sin fijarle puertos a sus metas.
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