De: "Mercaderes en el templo..."
La crisis se avecinaba, hacía años que se percibía el inexorable deterioro de la situación. El orden constitucional temblaba hasta que se quebró.
Los desbordes de la incontrolada situación económica y social, los estragos de la incesante inflación, los conflictos gremiales y estudiantiles, el desmedido endeudamiento, la falta de credibilidad, la corresponsabilidad impiadosa e insultante de los acreedores externos, la estampida de los inversores, la falta de trabajo, la clase media desgajándose, la desesperanza que reinaba en la población, los muertos de uno y otro bando, la luchas desde la clandestinidad, la falta de garantías, las acechanzas del miedo, los torturados, los desaparecidos, las divisiones sociales, las incertidumbres, la insolente soberbia de los que se creyeron dueño de la verdad..., todo, todo indicaba que el caos no se resolvería en lo inmediato, dada la voluntad continuista de los militares y de una población que jamás aceptaría que le pisotearan, con botas o sin ellas, la dignidad que había mamado desde la historia.
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