viernes, 27 de febrero de 2015

La honda Verdad que está detrás...

Siempre, siempre hay que pagar el alto precio que nos demanda el no renunciar jamás a la dignidad, al aferrarse a los valores y principios que se hermanan a los ideales, a los sueños que van marcando nuestra vida.
 
Eso lo saben muy bien quienes no se enajenan fácilmente, quienes no se someten a canjes mezquinos ni caprichosos, quienes no se venden ante ninguna circunstancia.
 
Lo saben y lo sienten en el alma aquellos que han elegido un sendero, porque están dispuestos a soportar la alta carga del desprendimiento personal, de la certeza a la que no están dispuestos a renunciar, aunque muchos no lleguen a comprender y se adjudiquen el falso derecho de hablar y criticar desde la mediocridad de sus apreciaciones, sin conocer la honda Verdad que está detrás.
 
Hay quienes responden a llamados que llegan al alma, mientras otros se quedan en la superficialidad, en la mera epidermis de los sentidos, sin intentar levantar vuelo hacia horizontes nuevos e intangibles al influjo embriagador del amor...
 
Pero hay que pagar el alto coste por tener y plasmar el coraje de amar, que exige sacrificios que bien conocemos quienes afrontamos frontalmente los garrotazos que nos ha ido dando la vida, dejándonos heridas allí donde no se ven pero que son las que más duelen...
 
No importa para nada que muchos hablen, total..., hay gente que siempre habla. Lo que sí resulta esencial es rescatar la determinación que nos impulsa a seguir poniéndole leño tras leño al fuego interior para que jamás se apague la fragua con la que nos hemos forjado el ser, único modo de ir  paso a paso aproximándonos al destino deseado por haber pagado el coraje de soñar, luego de aprender a esquivar los embates traicioneros de toda caprichosa tentación...

Con el propósito de pisar firme y profundo para dejar una huella que no se borre como se esfuman los pasos endebles y sin sentido cuando no se hace "camino al andar...", cuando no se sueña una vida y un destino.

 
 
 

jueves, 5 de febrero de 2015

Sería una insensatez silenciarlo...

Yo escribo con un ritmo torrencial, respondiendo al empuje  de mis intensas corrientes interiores, y ello me lleva tantas veces a descuidar las formas preocupado eso sí, y mayormente, por los contenidos que me convocan que se acumulan allí en la aparente mansedumbre del lago de mi alma.
 
Está en mí la espontánea frontalidad de mis intentos, y no solamente en la escritura. Es decir, voy al grano hacia adelante con mis valores y por amor, con la certeza de lo aprendido en el largo vivir, y con la humilde condición de saber que he sido, soy y seré mientras se me mantenga la vida, un ávido receptor de aprendizajes en las materias de la diversidad...
 
Pero en mi producción escrita y siempre antes de la edición de mis aportes, está la exigente revisión de Alma, mi esposa docente antes que nada, la académica que no me perdona nada, la que pule las aristas de mis atropellos sin tocar la pasión que pongo en ellos, porque mi novia de siempre, mi amiga, mi confidente, mi cómplice, quien más me conoce, arroja luz cuando yo complico mi expresión escrita con oscuridades o reiteraciones que no agregan nada...
 
Sería una insensatez silenciarlo, y hoy hago justicia con ella agradeciéndole desde el alma sus  ajustes, sus sugerencias y resplandores para que mis renglones torcidos, adquieran la claridad y se enderecen en todo aquello que permita una mejor lectura y comprensión de los conceptos que intento compartir.
 
En definitiva, ella frena mis desbordes, regula el atropello de mis ansiedades, me sugiere claridades al saberme afecto a los resplandores...