jueves, 20 de agosto de 2015

Pura palabrería, pero nada más...

Uno los huele, y también se les ve venir, por la sencilla razón de que se nos ha permitido la gran lección de ubicarnos, o dicho de otro modo, " porque cuando ellos vienen..., nosotros ya venimos de vuelta..."
 
Siempre se aprende y mucho más en el largo vivir, cuando las conductas y las circunstancias nos enseñan a distinguir la falsedad escondida tras las máscaras del engaño y la hipocresía.
 
El conocido "puedo pero no quiero..." se pone de manifiesto en la pura palabrería, pero nada más.
 
Yo siempre he de engrasar los ejes de mi carreta para que no me perturben los ruidos innecesarios, dado que gracias a Dios, vivo repleto de motivos y por ellos, necesito avanzar sin contratiempos, sin roces resecos que enlentezcan mi marcha  con la valiosa carga de intangibles  que me han dado hacia el destino por el que vivo...
 
Y lo haré abriendo mi corazón y mis manos a las que jamás les permitiré que se conviertan en fuertes puños cerrados, en mezquina e indiferente actitud, porque estoy repleto de amores y no estoy dispuesto a "seguir y seguir la huella, por ser demasiado aburrido, andar y andar los caminos sin nada que me entretenga" como lo dice la letra de la canción "Los ejes de mi carreta", cuando siempre, siempre los habré de  engrasar, para oponerme a la negación de las esperanzas, a la vana palabrería que no se concreta en un obrar generoso con entregas desde el alma.
 
Claro, no me convertiré en uno más de los tantos que nutren la masa monetaria que circula por las Bolsas en vuelos fluctuantes en alas que transportan cálculos previos y constantes,
olvidos indiferentes, insensibilidades notorias por las que han optado, pero entonces que no nos pretendan confundir con pura palabrería, porque tras ellas..., nada más.

Y concluyendo con el contrasentido de la canción de Atahualpa Yupanqui cuando en mi modesto entender expresa: "no necesito silencio ya no tengo en qué pensar, tenía pero hace tiempo, ahora ya no tengo más...", yo sí necesito hacer alianzas con el silencio para reflexionar sin tantos vértigos innecesarios todo cuanto no he encarado, no he amado ni ofrecido, todavía... 

¡Si tendré que engrasar los ejes de mi carreta para trepar los repechos que la vida me ponga por delante para que pueda surgir lo mejor de mí...!

 
 
 
 
 
 
 
 


domingo, 16 de agosto de 2015

Caprichos insensatos...

La mera existencia no legitima una vida plena para el hombre, a quien se le ha dado un potencial inmenso y tantas veces lo derrocha, justamente, cuando pierde la libertad y se sumerge en las sombras que le impiden alcanzar horizontes con nuevos resplandores.
 
De ese modo se adormecen las potencias, se va secando el lago interior al no cobrar vida verdadera por la anquilosis que todo lo perturba, hasta convertirse en esclavos sin norte, prisioneros que no tendrán alas para volar como los pájaros, porque se han negado el legítimo derecho de superación al ponerle un aplastante techo a sus esperanzas...
 
Se trata entones de limar con determinación los barrotes de su propio encierro, al no desafiarse en cada amanecer e ir a la búsqueda de los atajos que les permita salir de la oscura y enmarañada selva que los aprisiona, y entender que no deben seguir mintiéndose para luego mentir, culpar a quienes los rodean, descalificar a quienes les expresan cuanto no desean oír,  indiferentes al dolor de los que por ellos sufren la desesperanza de su propio exterminio.

Pasan por la vida, pero no alcanzan ni siquiera a rozar la plenitud que está allí al alcance de quienes tienen que conquistar la verdadera vida sin apartarse de la Verdad que a todos nos subyace, más allá de que no reconozcamos que no hay determinismos para el destino de cada quien, sino una constante aproximación hacia el momento del atardecer de la vida en el que se nos juzgará por la dosis de amor que hayamos dado o negado.

Cada quien tiene la plena libertad de elegir su camino, o quedar a merced de caprichos insensatos...

 

viernes, 7 de agosto de 2015

Abrir a machetazos la selva...

Cuando uno va remando mar adentro y se encuentra con una turbulencia imprevista, lo primero que debe evitar es perder los remos.
 
Si ello ocurre, entras en una deriva que te deja a merced de los remolinos del naufragio.
 
Es perder el control, es caer mansamente en el agujero negro que te puede devorar sin piedad.
 
Eso mismo ocurre cuando dejas de ser el conductor de tu vida, porque has preferido sumergirte en las trampas de los jolgorios, en la fantasía envolvente que te embriaga primero y te somete después...
 
Y en ese preciso momento se celebra la artera alianza por la que empiezas a declinar, entregando porciones de vida en forma cotidiana que aceleran tu retirada, hasta dejarte fuera de combate porque no es que te cuenten los fatídicos diez segundos, te pueden contar cincuenta, cien o lo que sea, porque desciendes hasta convertirte en un despojo y ya no puedes despegarte del barro de las miserias que te aprisionan en el fango.
 
Te montaron la trampa, te hicieron la zancadilla, caíste ingenuamente, da igual, puedes ser víctima o también victimario de tu propia existencia, pero lo que duele y se lamenta al fin, es el camino oscuro y sin norte, no es el abrir a machetazos la selva que te engullirá si dejas de buscar la luz que siempre estará al alcance de quienes lo intenten, como resplandor que no es esquivo ni imposible de  alcanzar y que depende solamente de los que no renuncian jamás al coraje de buscar sin renunciamientos, los atajos que conducen al resplandor de la dignidad...