Viejos son los trapos..., ha dicho siempre, desde esa mente cultivada que mantenía intacta y en constante oxigenación, recibiendo los renovados soplos de vida de su voluntad indodomable.
Mientras mi mente se mantenga clara, repetía, no me importará envejecer por fuera, pues lo que más vale, por lo que más te valorarány te respetarán, será por la frescura interior...
Caminar para él era multiplicarse y no un simple andar junto al abandono contemplativo. Era seguir, desafiarse, involucrarse, superarse en la búsqueda de horizontes nuevos, y comprometerse con la incesante aproximación que significaba la vida, cuando era vivida por amor.
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