-Esa es una verdad en toda circunstancia- intervino Adriano-. Saber escuchar, dejar que los demás se expresen como lo hacen también los murmullos del aparente silencio del monte, de la sierra, del mar, del campo..., para comprender cómo y con qué esplendor los elementos naturales despliegan la sinfonía sin actitudes visibles, porque una partitura y una batuta invisibles controlan la función natural.
Yo siempre tuve inclinación y necesidad de escuchar en los silencios. Por naturaleza rechazo los ruidos exagerados y me perturban cuando se exceden, me hacen daño. Va a haber muchos sordos el día de mañana, algunos porque se niegan a oír, indiferentes a lo que les dicen, otros porque son prisioneros ya de ruidos alocados para no sentir lo que no quieren ni responder a los llamados de la cordura, y ya no reaccionan ante los insultantes ruidos de la enajenación. Y esto para no hablar de otros ruidos que estallan con las metrallas de la muerte...
Hay gente que está convencida de que la resurrección es sólo una palabra de contenidos huecos. No creen en el despertar y reniegan del revivir que es volver a la vida. Y como no sienten esa verdad, la niegan, la desprecian y se condenan a no dejar de morir, dándole a sus vidas la penumbra que antecede a las sombras...
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