domingo, 9 de octubre de 2016

PIDIÉNDOLE CANCHA A LA VIDA...

"Tango que me hiciste mal y sin embargo quiero, porque sos el mensajero del alma y el arrabal. No sé qué encanto fatal tienen tus notas sentidas, que en la mistonga guarida el corazón se me ensancha, como pidiéndola cancha al dolor que hay en mi vida..."
 
He sido amante del tango, toda mi vida. Me he prendido a él en circunstancias no siempre relacionadas con el dolor de una traición o de una infidelidad. Por el contrario debo compartir, que nunca me ha hecho mal cuando sus letras se han referido a situaciones adversas a la felicidad, o a ese "arrabal amargo metido en mi vida" que tantas veces he cantado sin haber formado parte nunca de él, para afirmar que es "como la condena de una maldición", porque "tus sombras torturan mis horas sin sueño, tu noche se encierra en mi corazón".
 
Y como a mí siempre me ha gustado mucho la expresión y la actitud rectora: "como pidiéndole cancha...", es decir, abrirme camino, conquistar espacios nuevos, sentir en el alma desafíos renovadores, y sin proponérmelo, suelo vincularme naturalmente con un tango, cuando en general mi ser vive pletórico de vida, de sentimientos, de ansiedades que no cesan, ante mis reclamos rebeldes por una vida mejor en todos los sentidos imaginables, que pueblan mi alma de sueños...
 
Yo agité mis alas desde el nido, entrenándome para intentar volar en pos de horizontes nuevos, y ese propósito de elevación no admite mediocridades ni cobardías, porque si se "pide cancha...", hay que estar dispuesto a desplegar con todo, las alas de esos sueños...

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