Continuando con el propósito de compartir pantallazos de mis "Misceláneas del Alma", me sitúo hoy en el Tomo IV de los diez concebidos, en este caso dedicado a mi madre muerta..., sí, porque tuve el privilegio de tener dos madres: la que perdí con veinte meses, y la madre vida que tuvo mi vida, hasta que también le llegó el momento de su irreversible partida...
Allí en el prólogo, el 31/10/90 expuse el siguiente fragmento que escribí pensando en ella y que transcribo:
"Vuelo en el misterio que me invade y tanto me conmueve, para tentar desde lo alto un perspectiva más amplia, más clara, más elevada en mis ensayos escritos.
Y lo hago, madre, en medio del espacio inmenso y sin tiempo, con el intento de encontrarte y devolverte con mi vida, todo aquello que no pudiste vivir...
Tu partida tan temprana no me permitió conocerte y me ha comprometido todavía mucho más de lo que ha dispuesto mi corazón, y mi razón.
Debo apartarme de los vacíos y las sombras del hombre sobre el mundo, para poder alcanzar un poco más de pureza, mientras te busco entre las estrellas del cielo, para que no estés tan sola en medio de esa inmensidad, ni rodeada de olvidos, al tiempo de depurar mi alma imaginándote...
Para que pueda aproximarme a la virtud..., mereciéndote...
Y al sentir el supremo ardor que se alcanza al ahogar mis suspiros por tus ausencia, estalla de pasión y de esperanza la gloria del amor, idealizándote...
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