martes, 21 de junio de 2016

LA VERDAD ABRE RENDIJAS EN EL ALMA...

(Un fragmento de "Mercaderes en el templo", novela que escribí en el año 2007 y que un llamado interior me impulsa a difundir nuevamente...)
 
 
La dedicaba entonces, así:
 
 
"La Verdad abre rendijas en el alma, ahuyenta la oscuridad y disemina los resplandores de la luz...
 
No me preocupa medir las fuerzas de mi corazón, siempre he de exigirle que no claudique ante los imperios de la sinrazón...
 
Dedico este intento a quienes me dieron la vida, motivos para vivir, las fuerzas para seguir y el coraje de insistir. Ellos colman mis motivos mientras me mantienen vivo..."
 
Y en el fragmento, su personaje central, Adriano, dialogando con su duende, decían:
 
"-Yo no elegí mi destino, y si me marqué un rumbo soñado fue justamente porque me visualicé en él y lo hice mío al comulgar siempre, con fe o sin ella, con los preceptos del amor".
 
Y el duende le contestó:
 
""A ti la vida te fue llevando por caminos diferentes, no todos bordeados de flores, precisamente.
 
Muchos obstáculos tuviste que derribar que te cerraban el paso y no te dejaban alcanzar el horizonte de tu elevación, y hasta te quedaste sin lágrimas siendo muy joven.
 
Te llenaste de heridas pero aprendiste a vivir, todo aquello que te puso la vida por delante.
 
Tú no elegiste tu destino, simplemente optaste al preferir pagar en vida el más alto precio, el del amor, porque es lo que más comulga con tu corazón.
 
Allí en la vida no ensayaste (como lo has hecho con tus libros), te remangaste para cavar trincheras y fuiste al frente frontalmente para que en ellas se refugiaran principalmente las almas más necesitadas.
 
No eres más ni eres menos, ni mejor ni peor, eres simplemente tú, quien te has propuesto ser, evitando los precipicios que allí están para que en sus abismos se zambullan irresponsablemente aquellos que no pelean la vida y los que atentan contra las de los demás...
 
Para que el duende le agregara, después:
 
"-Nada tembló en ti, ninguna parte de tu ser lo hizo, ni siquiera cuando aquel día enfrentaste a aquel oficial superior de la milicia que había sido amigo y compañero tuyo en los lejanos años del Liceo Militar y Naval General Artigas y le dijiste: -"No, no es una guerra, gallego, esto es lo que ustedes inventaron para justificarse. Una guerra es otra cosa, pero no para matarse entre hermanos. No, no me vas a convencer. Nunca lo aceptaré, porque ustedes ofendieron al pueblo (con la dictadura militar) y no tuvieron en cuenta el grito de "clemencia para los vencidos" que nos viene en la sangre desde la historia. No, esto no es una guerra..."
 
Y Adriano recordaba que en medio de ese diálogo a él le parecía que aquel militar nada tenía que ver con el joven que era el portero del cuadro de fútbol que ambos habían integrado en el ayer...
 
Ese era otro ser, que ahora Adriano veía realizando seguimientos, espiando la vida de algunas personas..., en actitud que más valía olvidar.
 


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