Esta vida exige que nos "mojemos" ante la realidad, calificándola como es debido, que no es otra cosa que referirse a las actitudes del hombre con sus semejantes, y también, sobre la naturaleza que nos circunda...
La nobleza y la grandeza que conforman en definitiva el buen vivir, siendo esenciales, no se exhiben en la primera plana de la comunicación, no son noticias que se difunden y se venden fácilmente, no forman parte de las góndolas muy bien dispuestas del consumismo, y no ocupan las tribunas desde las que hay que defender todo lo positivo que es imprescindible para la elevación individual y colectiva, que lamentablemente está situada en un segundo plano en esta cultura del descarte, desplazada por desvíos donde se enaltece el escándalo, la hipocresía, los odios, los desvíos, la frivolidad...
Los colectivos vibran en pos de otros objetivos, hábilmente manipulados. Resulta notorio el desinterés y por ello, crece el sinsentido del oscurantismo cultural, la mediocridad, la decadencia de los valores, la familia debilitada, el consumismo, la manipulación, la codicia usurera del sistema financiero, el desinterés por los proyectos productivos, los brazos caídos que produce el desempleo, la inequidad, las posibilidades que se esfumen, con el desfallecer de las esperanzas...
Una justicia endeble y tantas veces incomprensible, un sistema político manchado de corrupción, un descreimiento cada vez más notorio, una diáspora migratoria de multitudes que escapan de las miserias que producen las guerras y los olvidos, gente que se juega la vida al buscar una esperanza que en sus tierras se les niega, constituyen dolorosos testimonios que nos muestran un mundo mal encarado, explotado vilmente, en el que los más necesitados ponen en general los muertos y soportan los latigazos más brutales de las crisis y los cimbronazos de las burbujas que explotan...
Por eso es que hay que "mojarse" y no excluirse, luchando por la Verdad que nos haga libres, sin silenciar nada de todo aquello que nos corresponde y nos estafan, porque hay derechos que legítimamente nos corresponden, y por supuesto, obligaciones que cumplir, como roles que no deben dejarse a un lado, esperando que otros nos vengan a resolver, cuando sabemos que es al contrario, que otros se aprovecharán de la complicidad de nuestras pasividades inoperantes, de nuestros silencios cobardes, de nuestras declinaciones, de nuestra falta de coraje...
Justamente, por esos surcos que no cavamos ni tampoco regamos, quienes vienen detrás nos condenarán, y en tantos casos, con sobrada razón...
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