viernes, 1 de abril de 2016

EL ABERRANTE REINADO DE LA MALDAD...

Bajo diversas formas, y respondiendo a extremas posturas fundamentalistas, la especie humana se auto aniquila, bajo el aberrante reinado de la maldad...
 
Sea por una eugenesia asesina incomprensible, por ideologías que utilizan el terror para llevar adelante sus enajenantes propósitos, o por ambiciones incontroladas en las que se manifiesta el más total desprecio por la vida humana.
 
Sea también, por las más salvajes explotaciones que se puedan imaginar sobre vidas y órganos de nuestros semejantes, también por la acción de mercaderes y sus sicarios al servicio de las crueldades que generan el armamentismo, el narcotráfico, y demás alarmantes desvíos del hombre, lo cierto es que se mutila la especie despiadadamente, y se ataca el medio ambiente del que depende nuestra existencia...
 
Las mafias están allí, dominantes, en sus tronos piramidales inexpugnables.
 
Es el insultante reinado de los centros de poder, es el fatalismo insensible del "sálvese quien pueda", del indiferente "no me importa", del "yo" por encima del "nosotros", del derroche que no se detiene ante las miserias de los que más padecen, del hambre que hay en el mundo para nuestra vergüenza, de la corrupción enquistada en los centros de gobernabilidad, y en las diversas formas en que la maldad del hombre se expresa contra sus semejantes, ignorándolos, estafándolos, y atentando también contra sus legítimas esperanzas...

Pero yo no me resigno, y proclamo mi total disposición para continuar luchando contra poderosos enemigos desde las trincheras que con tesón y sacrificios he cavado, sin pausas, desde temprana edad.

Estoy totalmente convencido de que otro mundo es posible, si no nos entregamos mansamente ante ningún reinado de la maldad, y continuamos tensando el arco del amor para lanzar flechas de cambio, de transformaciones vitales, sin esos venenos contagiosos que solamente pueden esquivarse sin inocencias y siempre en guardia para que no nos tomen desprevenidos...

También, para ocupar nuestro lugar en los roles y obligaciones que nos corresponden en los núcleos sociales, y cumplir así con nuestro deber cívico de tentar una escena mejor, para que quienes vienen detrás no tengan que pagar nuestras omisiones culpables y temerosas..., y como tales, cómplices de semejantes barbaries.
 
 
 
 
 


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