Cuando se conquista una de las mejores cosechas de la existencia, que es la verdadera amistad, la relación sincera y sin condiciones, la que siempre está con nosotros sin pedir nada a cambio, de la que recibes a veces mucho más de lo que pueda entregarnos hasta algún integrante de la propia familia, porque la sangre no te asegura nada sino lo valioso que esté en el alma de cada quien, se puede comprobar con facilidad y por contraste, la existencia lamentable de los profesionales del engaño que suelen medrar pero para sus exclusivos beneficios, utilizando diversas vestiduras...
Como dice la letra del tango: "se rieron de tu abrazo y ahí nomás, te hundieron con rencor todo el arpón...", dado que así son algunos seres porque si "hasta en un corso a contra mano un grupí trampeó a Jesús", por ese desencuentro creciente con la fe de vivir sin amor con rumbos desorientados.
Se tiene el legítimo derecho de vivir sin proclamar el don de la fe, pero no nos han dado gratuitamente la vida para rendirle tributo a los odios, los rencores, las intolerancias extremas de atentar contra la vida de los semejantes, ni para vivir haciendo fríos cálculos de rendimientos que tantos males vuelcan sobre la convivencia.
No puede ser en vano que se nos haya dado algo tan maravilloso como la vida, para utilizarla con fines tan mezquinos.
No puede ser en vano que se nos haya dado algo tan maravilloso como la vida, para utilizarla con fines tan mezquinos.
Claro que se les descubre son: " esos que al verte caído tocándose el codo preguntan ¿quién es?", son los que cruzan a la vereda de enfrente para ignorarlos, para no ayudarlos, para que nada ni nadie les pueda interrumpir su "seguridad", contagiándolos con sus problemas que para ellos , siempre, son y serán lejanos y ajenos...
Son aquellos necios que no quieren oír lo que no les conviene, y eluden también a quienes les hacen frente y no van por la espalda para pactar o pegar golpes a traición.
Claro que se les descubre a los profesionales del engaño con lo aprendido en el largo vivir, porque están enquistados en los diferentes estamentos sociales, y sin que lo sepan, nos dan rienda, chance y despiertan alertas, para no caer en ingenuidades que al final entorpecen el despertar personal y colectivo imprescindible.
Con una postura firme se les desenmascara, para que se les caiga el revoque falso y queden al descubierto los cascarones mediocres con los que se han vivido disfrazados, por supuesto, revestidos con sus hipocresías...
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