Aceptando que mis naturales ansiedades puedan llevarme a alguna imprudente rebeldía que pudiera no tener suficiente sustento, creo que la actual situación política en España no es del todo comprensible y mucho menos comprender las razones por las cuales no se le pone coto como debiera ser.
Se habla y hasta demasiado, pero se concreta poco, en todo cuanto tenga que ver con la estabilidad imprescindible y la firmeza conductiva de quienes tienen la potestad para hacerlo.
Reinan los caprichos soberanistas por un lado, que se envalentonan porque comprueban que no pasa nada, y por otro, campea la falta de grandeza en las actitudes políticas que están en pugna permanente para tentar la tajada más beneficiosa para sus respectivas tiendas, sin tener en cuenta que lo primero es ponerse de acuerdo en las cuestiones esenciales, mientras que en el camino de la nueva legislatura se puedan abordar los temas pendientes.
Eso le hará mucho bien a la Democracia que está herida, sangrando, desorientando a su gente que además, asiste perpleja ante los escándalos de la corrupción que nos hacen dudar sobre si es verdad que los diferentes poderes están actuando como debería ser, o están a merced de influencias y tapaderas que al fin ya no se pueden ocultar...
Cuesta mucho entender lo que está ocurriendo y mucho menos compartirlo, porque parecería que las normas penales son susceptibles de ser aplicadas a la gente común, la del llano, y no para aquellos que ostentan un poder manifiesto, aunque estén cubiertos de sombras y sospechas...
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