lunes, 12 de septiembre de 2016

EL SECRETO ENCANTO DE PASAR DESAPERCIBIDO...

Ni siquiera en mi juventud, en esa edad donde se manifiestan inseguridades, tuve necesidad de buscar protagonismo alguno.
 
A mí me enseñaron que hay que transitar por senderos sin engaños, en donde es factible tropezar y hasta caer, pero siempre, levantarse para seguir y seguir sin mirar atrás, y mucho menos buscar notoriedades que no tienen sentido...
 
También aprendí que uno no es quien para adjudicarse atributos, y si alguna elevación se alcanza es razón suficiente para dar gracias e intentar que el vuelo de nuestra flecha pueda alcanzar horizontes nuevos, que después de todo, para eso se nos ha dado gratuitamente la vida.
 
Los esmeros no deben orientarse en falsos protagonismos, sino en el secreto encanto de pasar desapercibido, pues es así como se cultiva mejor la inmensa riqueza que está en la sencillez...
 
Para darse por amor, no se precisan falsos fulgores que al fin no aportan ningún resplandor. Todo lo contrario.

Y eso también lo aprendí cuando en diversas circunstancias de la vida, tuve la triste constatación de aproximarme a seres repletos de oscuros laberintos, en donde se sentían cómodos haciendo cálculos de conveniencia siempre mezquinos, hipócritas que proclamaban una cosa pero hacían la contraria, pero se habían "doctorado" en esa falacia de llamar la atención mientras gozaban exhibiendo el "poder" y el "tener", humillando a otros a quienes consideraban en escala social más baja a la de ellos, "iluminados" pero sin luz...
 
Seres que han buscado "hacerse ver", que se agrupaban entre los de su misma condición, y desde su pedestal de barro, mirar hacia abajo y juzgar a quienes no eran como ellos, ni tenían sus bolsillos repletos, sin llegar nunca a comprender nada, de la inmensa riqueza que puede encontrarse también en la pobreza, cuando se da lo que apenas se tiene...
 


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