Hay silencios que son cobardes, y yo no he integrado nunca el equipo en el que se esconden los que no tienen el coraje suficiente de utilizar el verdadero nombre, para identificar a las personas o las circunstancias que las envuelven...
No puedo comprender y mucho menos compartir, que existan miserables asesinos sin el más mínimo atisbo de arrepentimiento, con las víctimas y sus familiares como para pedir perdón por lo que han hecho.
Les queda grande ese sentimiento de humanidad, que es una prenda moral que nunca van a aceptar, justamente, porque son sinvergüenzas y además cobardes.
No puedo comprender y mucho menos compartir, que haya criminales que no lleguen a ser juzgados porque sus crueldades hayan prescripto. Pero, ¿cómo puede aceptarse ese vacío legal incomprensible, y se castiguen otras cosas erróneas pero no tan malvadas?
No puedo comprender y mucho menos compartir, que haya normativas legales que han llegado a indemnizar por parte del Estado situaciones sin duda dolorosas, pero sin la siniestra crueldad de los atentados terroristas, y algunos de estos criminales se paseen por el mundo como si no hubieran hecho nada, y todavía, se endilguen el derecho a postularse para cargos públicos...
Esto es indignante, y no lo puedo silenciar.
No puedo ni debo dejar de utilizar el verdadero nombre para referirme: a un asesino, a un corrupto, a un violador, a un cobarde traicionero que se endilga derechos que no tiene, a un manipulador que estafa, a un usurero que lucra hasta el despojo y como los buitres, si pudieran, hasta los ojos te arrancan.
Todos ellos con la impiedad en sus almas, sin importarles nada la vida de sus semejantes a quienes también les estafan o les matan sus esperanzas...
Todos ellos con la impiedad en sus almas, sin importarles nada la vida de sus semejantes a quienes también les estafan o les matan sus esperanzas...
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