miércoles, 21 de septiembre de 2016

CON LA IMPIEDAD EN SUS ALMAS...

Hay silencios que son cobardes, y yo no he integrado nunca el equipo en el que se esconden los que no tienen el coraje suficiente de utilizar el verdadero nombre, para identificar a las personas o las circunstancias que las envuelven...
 
No puedo comprender y mucho menos compartir, que existan miserables asesinos sin el más mínimo atisbo de arrepentimiento, con las víctimas y sus familiares como para pedir perdón por lo que han hecho.
 
Les queda grande ese sentimiento de humanidad, que es una prenda moral que nunca van a aceptar, justamente, porque son sinvergüenzas y además cobardes.
 
No puedo comprender y mucho menos compartir, que haya criminales que no lleguen a ser juzgados porque sus crueldades hayan prescripto. Pero, ¿cómo puede aceptarse ese vacío legal incomprensible, y se castiguen otras cosas erróneas pero no tan malvadas?
 
No puedo comprender y mucho menos  compartir, que haya normativas legales que han llegado a indemnizar por parte del Estado situaciones sin duda dolorosas, pero sin la siniestra crueldad de los atentados terroristas, y algunos de estos criminales se paseen por el mundo como si no hubieran hecho nada, y todavía, se endilguen el derecho a postularse para cargos públicos...
 
Esto es indignante, y no lo puedo silenciar.
 
No puedo ni debo dejar de utilizar el verdadero nombre para referirme: a un asesino, a un corrupto, a un violador, a un cobarde traicionero que se endilga derechos que no tiene, a un manipulador que estafa, a un usurero que lucra hasta el despojo y como los buitres, si pudieran, hasta los ojos te arrancan.

Todos ellos con la impiedad en sus almas, sin importarles nada la vida de sus semejantes a quienes también les estafan o les matan sus esperanzas...
 
 
 


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