lunes, 8 de febrero de 2016

AUNQUE SEPA QUE ES UNA QUIMERA...

Algunas veces yo sueño los sueños que al despertar, poco y nada recuerdo.
 
Pero hay excepciones, y una de ellas está referida a mi viejo barrio Atahualpa, en el que niño, adolescente y apenas incipiente hombre, viví mis tantas cosas que olvidar no puedo y que hasta en sueño se me presentan como avisándome: "no te olvides del tiempo aquel ni de las marcas que le ha dejado a tu alma..."
 
Son avisos que están subyacentes en mí, que en forma creo yo involuntaria pero recurrente, me transportan hacia el ayer de mis días, desde la distancia de los años que no han impedido hasta hoy, esos sacudimientos vibrantes que por los intrincados circuitos cerebrales, se cuelan por las rendijas del alma...
 
En ellos está la compleja mezcla de los momentos, el remolino envolvente de los instantes en los que grandes penas se intercalan (danzando vaivenes que no quieren detenerse), con alegrías en cada etapa del vivir.
 
Hoy, cuando miro hacia el ayer y compruebo las señales recibidas, las cicatrices que han perdurado, el tamborileo feliz de mi corazón siempre palpitante, siento la necesidad de dar gracias por cuanto se me ha permitido ser y hacer...
 
Se me inyectó una vibra tenaz en mi universo interior, que no se fatiga ni declina con el largo paso de los años y me enorgullezco de mi sencilla vivencia sin olvidos, justamente, porque a sus dagas punzantes no les admito que abran heridas sangrantes hiriendo la naturaleza que me dieron a la que le agregué cuanto pude, forjándome en el yunque en el que me formé a duros golpes junto a la hoguera siempre encendida, con los que enderecé los propósitos, las formas con perfiles a pulir enmendando los errores, para optar por un vivir pletórico de sueños que no me han abandonado...
 
Sueños de ayer y de hoy, que proceso desde el alma agradecida porque además, a muchos de ellos los he podido concretar en la realidad de mi humilde existencia, y otros, los tantos que mantengo como materias pendientes de mi vivir, me ofrecen la multiplicación de la vida, para llevarme a la osadía de sostener que por ellos me prohíbo la muerte...
 
Yo sé que no depende de mí, pero prefiero convencerme de ello en el buen sentido, comprometiéndome de ese modo en el propósito irrenunciable de que lo mejor de mí no lo he dado ni alcanzado todavía...
 
Lo lograré mañana, pero siempre hacia adelante y mirando hacia arriba, que es donde está el resplandor que guía mi paso a paso aproximándome hacia mi destino, y cómo negarlo, si hasta también intento volar aunque sepa que es una quimera...


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