jueves, 10 de septiembre de 2015

No me lo permito...

Simplemente, no me lo permito. Yo no conjugo ni llevo a la acción algunos verbos, porque mi naturaleza los rechaza.

Y no se trata de ponerme el cascabel del ejemplo ni tampoco darle consejos gratuitos a nadie, faltaba más..., que a esta altura de mi vida yo me constituyera en esclavo de tamaña tontería.

Se trata sí, de compartir algunas de las tantas cosas que me han sido muy útiles para no ponerme un ancla ni permitir que las sombras de la  mediocridad perturbaran mi existencia...

Fingir o envidiar, por poner algún ejemplo, no caben en mí.

Claudicar, tampoco. Calcular para dar..., mucho menos

No entro fácilmente en el juego sucio y mezquino de engañar a nadie cuando por el contrario, ser seriamente frontal me ha llevado a tener grandes encontronazos en la vida, y en similares circunstancias si tuviera que enfrentarme a ellas, actuaría del mismo modo que gracias a Dios, me apartó de ejemplares que no andaban por los senderos de mi caminar...

La enfermedad de la envidia no encontró huecos en mi universo interior, dado que yo no ambiciono más riquezas que aquellas que me han sido dadas que por supuesto son las más valiosas como para custodiarlas donde se guardan los intangibles del alma, y que precisamente por ello no son materiales por cierto. Además con el agregado de algunas que a fuego forjé, serán la herencia que les dejaré a los míos envueltas con papel de sencilla humildad.

De los soberbios no me ocupo, porque ellos mismos ya se han condenado y por eso..., tienen bastante con ser despedidos vacíos..., que eso de por sí ya les retuerce la mezquindad que tienen enquistada con sus posturas sin alma.

Claudicar, calcular, especular..., no me lo permito. Yo me aferro a conquistar mi destino paso a paso aproximándome a él como puedo, pero sin detenerme, sin cruzarme de brazos, y conjugar sí el verbo que está por encima de todos, que es amar..., sin condiciones, sin esperar nada a cambio, solamente al sentirlo porque sí..., sin otra razón por la que conjugo también el verbo orar desde un mandato que me viene del alma, y todo eso todavía dando gracias setenta veces siete...

Esas certezas esenciales no necesitan ser demostradas con la razón, son axiomas del alma como lo he reiterado más de una vez para aferrarme al "no me lo permito" que le pone límites y frenos a mis fragilidades que tanto me esmero en controlar para que ninguna confusión me aparte del rumbo hacia el que empecinado busco cada día horizontes con nuevos resplandores.

Eso sí me lo permito, pero las otras tonterías que se sacuden en el remolino de las flaquezas humanas de este mundo materialista que conjuga los verbos en los tiempos del consumismo y el mercado, esos..., esos no me los permito, porque no podría vivir en el vacío sin espiritualidad, sin sentimientos, sin fraternidad ni solidaridad, sin someterme al rigor ético y moral que me convoca...






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