domingo, 27 de septiembre de 2015

Desde que era un niño...

La vida y sus circunstancias me han llevado a un caminar en el que inevitablemente, tuve que ir venciendo y despejando los obstáculos mientras iba modelando el ser en la forja ardiente de las exigencias, desde que era un niño...

Claro, influyeron los dones recibidos , los marcos de conducta que los míos me marcaron ante los que me inclino reverente dando gracias y mi propia naturaleza, para que al fin se fuera modelando un ser aguantador, tesonero, sufrido, rebelde, simple y sencillo pero que con indomable determinación pudiera responder siempre y mientras viva  a cada golpe, con un intento más...

Aprendí tempranamente a no achicarme, a no dejarle espacios libres a los complejos, a no temerle a los atropellos vengan de donde vengan.

Porque a mí me enseñaron a sobreponerme a las injusticias de los soberbios y como dice la letra del tango aunque exagerando un poco en mi concepto :

"Yo he nacido en un ambiente de muchachos calaveras,
entre guapos y malandras me hice fuerte pa tallar.
He vivido sin dar piques en bulines y carpetas,
me enseñaron a ser guapo, muchos guapos de verdad...

No me gustan los boliches que las copas charlan mucho,
yo acostumbro a escuchar mucho nunca fui conversador...
Yo conozco muchos hombres que eran guapos y eran duchos,
y en la cruz de cuatro copas se ligaron un garrón...

No me gusta avivar giles que al final se vuelven contras,
y aprendí desde purrete que el que nace calavera,
no se tuerce con la mala ni tampoco es batidor.

Yo nunca fui susheta de pinta y fulería,
y sé lo que es jugarse la suerte a una baraja
si es que hay un metejón, no escucho ese chamuyo fulero y confidente
de aquellos que se sienten amigos de ocasión...

Yo soy de aquellas horas...,
de minas seguidoras, de mozas bien plantadas,
tallando tras cartón...

Lo reitero, un texto un tanto exagerado en un lunfardo de otra época, pero que contiene algunos conceptos con los que estoy de acuerdo y por ello los comparto, dado que en algún grado me topé con ese ambiente, porque es verdad que entonces y desde que era un niño me inculcaron que me tenía que defender y no tenerle miedo a nadie, porque tanto yo como los míos tuvimos que vivir en una sociedad hostil producto de la singularidad de una época, más agresiva con quienes habíamos llegado de tierra adentro buscando nuevos horizontes y con el peso enorme de pérdidas vitales en nuestras vidas y por ello cargando la pesada cruz del dolor.

Pero así se aprende. Había que subsistir y por ello me inculcaron muchas cosas que a lo largo de la vida y ya con prudente y madura consideración, me han resultado sumamente útiles para enfrentar las afrentas y los golpes ( muchos a traición de tantos mediocres) con los que me fui encontrando en el largo caminar.

No les mandé decir nada, siempre les expresé frontalmente lo que sentía y las verdades que defendía para no dejarme humillar. Por supuesto que tengo muchas cicatrices que me ha dejado el vivir, pero las que más duelen no se ven, están adentro en el fondo del alma...

Pero otros no provenían de mediocres, sino de seres con espíritus mezquinos que, más allá de ser capaces hacían "gala" de un cinismo cargado de soberbia porque no aceptaban que se les dijera lo que no querían oír... Y eso ocurre cuando hay gente que se moja y no se arrodilla ante cualquier altar y mucho menos ante los pedestales del "poder y del tener" que ellos mismos se fabrican para treparse y lucirse, pero que no todos les reconocemos, desde el humilde coraje que nos brinda la Verdad.

Todo eso te prepara y te va entrenando más y mejor para la difícil contienda, y al llegar a esta altura de la vida ya con tantos años a cuesta, me ratifica que es desde el dolor, el aguante, las carencias y los sufrimientos como mejor te formas para que no te doblan el lomo los latigazos de la existencia si desde el alma no lo permites.

Es verdad, se hace huella al andar, sin necesidad de andar haciendo ostentación de nada, y solamente se logra desde la sencillez, desde el rumbo del buen vivir, porque para ello no se necesita poder ni riqueza, ni cantar falsas guapezas. Alcanza con la generosa entrega del ser cuando no te reservas nada porque te olvidas de ti, dado que se recibirá en proporción directa con lo que se ha dado...

Esas huellas no se borran así nomás, perduran, como el amor se sobrepone al fin desde el corazón del hombre que no se rinde nunca porque cuenta con la legitimidad que nadie podrá arrebatarle nunca.

Y esto es válido para creyentes o no, puesto que nadie tiene el patrimonio exclusivo de La Verdad por sus ideas religiosas, sino por sus actos que son por los que cada quien será reconocido...








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