viernes, 11 de septiembre de 2015

Desde los llanos de la sencillez y la humildad...

Hay que vivir en guardia, qué lamentable, ante el embate de los soberbios que siguen subestimando a los que somos más aunque tengamos menos de todo eso que para ellos es el éxito dinerario y el adjudicarse derechos que no conquistan con sus actos.

El "tener" para ellos es sinónimo de un "poder" que los más no les reconocemos, por esa certeza de que por su obrar y no por su decir, es que serán reconocidos...

No se trata de hablar solamente y todavía hacerlo en forma solapada, sembrando sospechas, sin ir de frente, dictando cátedras y magisterios como si fueran dueños de la verdad, porque La Verdad, justamente actúa de otra forma más sencilla, más humilde, más honesta, y no con las malas intenciones que provienen de corazones perturbados que no logran elevarse con  conductas generosas, aunque se esmeren en engañosas apariencias que ya no engañan a nadie.

En los llanos de la sencillez y la humildad, residen seres con coraje que no se valoran por lo que tienen sino por lo que sienten y transforman en un obrar que no alimenta la primacía del "yo" sino que se ofrecen al "nosotros" con caridad que a veces roza los límites del desprendimiento.

Y esa actitud que surge de corazones sin confusiones ni mezquindades, les legitima la mirada que hacen a esas "cúspides" de los que se creen elegidos y no lo son pero que andan por ahí dando consejos que nadie les pide, o juzgando conductas cuando no son capaces de reflexionar sobre las suyas para enmendar extraños e insensibles procederes.

Lo bueno y lo malo nacen del corazón del hombre, en base al libre albedrío que nos han dado como nos han regalado la vida...

Me cuesta mucho esta entrega, porque le estoy poniendo frenos a mi naturaleza por un ejercicio de prudencia al que no he de renunciar, para que no se cuelen las broncas que me producen ciertos comportamientos del hombre.

Pero de algún modo hay que enfrentarlos y hacerles saber que no engañan a los más muy fácilmente, porque no olvidamos a quienes serán despedidos vacíos dado que nadie se escapará del juicio final cuando a todos nos llegue el atardecer..., y tengamos que rendir cuentas del amor que hemos dado, negado o simulado.

Que cada quien se ubique en la escena cotidiana, según el coraje que les legitima el amor.







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