El 1/3/2002 en el Prólogo del Tomo VII de mis "Misceláneas del alma", dejé registrados diversos conceptos que hoy necesito compartir, repitiendo:
"En un día como el de hoy, nació mi madre muerta, y más allá de la distancia en el tiempo de aquella tan temprana partida, cuando yo tenía apenas veinte meses, tengo que hacerle un regalo de cumpleaños, y no encuentro mejor obsequio que mostrarle en qué anda mi vida, hacia dónde van los pasos de aquel niño del que la apartó su tan temprana partida hace casi sesenta y cuatro años.
Yo creo madre, que te estoy buscando en cuanto intento, para ofrecerte con mi vivir, la vida que no pudiste gozar aquí. Y lo hago con la misma pasión que intento aproximarme a la Verdad, luego de dejar atrás aquellos años de la primera juventud sin que yo me diera cuenta de mi verdadera misión en esta vida, en los que yo creía que el devenir pasaba lentamente...
Luego todo cambió. Ahora, el tiempo atropella y nos sacude la vida con su velocidad vertiginosa.
Las otras especies que pueblan el planeta no cometen los desatinos de los hombres. Son más prudentes, no derrochan ni se saltean sus ciclos naturales. No se distraen con espejismos de locura. No le rinden pleitesía a los dioses falsos del dinero y la vanidad, ni se matan por riquezas innecesarias y más soberbia por el poder.
El hombre se ha apartado de la Verdad, considerándose el centro en el reinado de la falsedad, ignorando el valor universal de la humildad que nos da la savia nueva, renovadora, el grano de mostaza para que luego como él, podamos multiplicarnos con la fronda de nuestros aportes.
Cuando me informo de la colosal realidad cuántica que escapa a mi percepción, siento cada vez más acentuada mi propia pequeñez. Si antes me abrumaba la inmensidad del universo, ahora es la vasta e insondable pequeñez la que me sorprende en la inconmensurable ingeniería de la creación.
Y se renueva en mí en cada aurora, el eterno conflicto de mis búsquedas, de mis ignorancias en cuanto a la enorme distancia que mantengo con la Verdad, con lo sustancial, por más que he procurado cultivarme a lo largo de mi vida.
Soy consciente que apenas he llegado a una de las más elementales estaciones del conocimiento, lo que me lleva a ratificar el pesar que deben sentir los sabios al comprobar lo poco que saben y todo cuanto les falta investigar. La realidad se resiste a ser invadida totalmente, y le exige al hombre el paso a paso, permitiendo ser revelada como en la vida, cuando sea merecedor de hallazgos que debe conquistar con su propia superación interior, espiritual, intangible, verdadera, imprescindible, testimonial, en lugar de estar acumulando riquezas y excesos que no son necesarios, por ser materiales y malignos para su propio despertar".
De mis intentos, madre, saldrá mi destino, venciéndome, porque solamente así podré conquistar lo que me proponen mis sueños..., sin dejar de buscarte nunca, nunca, para mantenerte viva en mí...
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