miércoles, 5 de abril de 2017

EL VEHÍCULO DE MI ALMA...

El vehículo de mi alma, arrastra su propio peso y no tiene punto muerto, ni  marchas intermedias para que lo sacuda el mero impulso de cualquier brisa...

Un combustible interior sin gases tóxicos que envenenan al medio ambiente, es la fuente de energía que moviliza sus ritmos, nunca neutros, siempre con ansiosa aceleración, con bandas de rodamiento que intentan dejar huella, para que las malas hierbas que invaden los senderos, no borren los sacrificios que hay que mantener latentes, para poder alcanzar el destino de mis sueños y no quedarse a la espera de la grúa a la vera de algún camino...

Yo no pongo la palanca de cambios en punto muerto para ahorrar combustible, sencillamente, porque mi motor carece de ese recurso. Mi energía es renovable, se retroalimenta naturalmente en el andar a cielo abierto, frenando un tanto cuando la prudencia lo aconseja, o con el acelerador a fondo, que es la forma de conducción que más se amolda a mi naturaleza.

Las marchas intermedias, indefinidas en general, muchas veces molestan en las rutas y mucho más cuando se sitúan en carriles equivocados, que desorientan a quienes vienen detrás...

Se paga un alto precio por ese tipo de vehículos, y su mantenimiento es imprescindible por el alto cúmulo de desgastes en sus piezas vitales, esas que no se ven pero que son las más importantes, como suelen ser las heridas del alma..., las que más duelen, y no esas cicatrices superficiales que nos va dejando el vivir.

Lo esencial es no detenerse para no dejar enfriar mucho el motor, cuya temperatura es importante para el mejor rendimiento, que nos permita seguir y seguir para no quedar expuestos en medio de ninguna tormenta o zafar de cauces inundados que nos puedan arrastrar quien sabe hasta dónde y con qué fin...

El vehículo de mi alma debe responder a los impulsos de mis inquietudes con ritmo de pasión, de lo contrario no me será útil, o tendrá que ser reparado con algún ajuste general con el alto costo de monedas o valores intangibles que no cotizan en bolsa, pues esos son mis recursos, la herencia más valiosa que dejaré y que me preocupé en atesorar para que mis seres queridos no se avergüencen de mis pasos por la vida, y me puedan recordar sin olvidos, para no dejarme morir del todo...




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