Desde temprana juventud, tuve que hacerle amagues y esquives a las tantas circunstancias que en mi vida, me llevaron a enfrentar situaciones que no eran las elegidas ni por vocación, ni por la orientaciones que deseaba y que sin saberlo yo, me iban forjando para enfrentarlas...
Amagues, esquives y gambetas que, como con la globa con la que siempre hice buenas alianzas desde niño que me permitieron demostrar luego en las canchas más grandes, todo lo que había aprendido en la calle y en los campitos de mi barrio, hasta que mis tobillos me avisaron que no insistiera más con mis veleidades futbolísticas...
Pero fue otra nueva razón para que yo, como siempre, tuviera que optar por hacer y orientarme hacia otros rumbos, y afirmarme en la emancipación que tempranamente y en "todos" los sentidos había llegado a mi vida.
También para no caer en las trampas que un amigo de entonces, Juan, me hacía llegar como si tal cosa, trayéndome un libro de Engels, sin saber que yo ya estaba adherido a la intensa lectura en diferentes bibliotecas, y que nuestros diálogos se enfrentaran mientras jugábamos al casin y a la carambola en el inolvidable subsuelo del Ateneo poblado de mesas de billar donde al anochecer, actuaba en el salón de arriba aquel inolvidable músico de piel negra Santiago Luz con su clarinete y aquella hermosa mujer su lady crooner Adriana...
Yo ya venía cascoteado por algunos golpes muy duros que me había dado la vida, sufrido y ya casi sin lágrimas para volver a llorar, pero jamás renunciando a nada, jamás permitiendo que algo o alguien me pudiera voltear ni confundir, dado que siempre he sido un buen alumno en las aulas del dolor..., que ahora lo sé, son las que más enseñan a cabalgar sobre los corceles que voltean fácilmente a los que no los saben jinetear como corresponde...
Viví también largo período de aventuras sin amor, pero aprendí, me prepararon para soñar y valorar el gran amor que más tarde llegó a mi vida, sin buscarlo...
Muchas veces tuve que cambiar para ajustar mi brújula, pero nunca perdí la orientación de mi norte, una para zafar de la primer estafa que le hicieron a mi vida mintiéndome la razón por la que me negaron mi vocación, otra para que la voluntad de mi padre se hiciera realidad frente al camino laboral que se me venía abriendo, y otras tantas después, para rescatarme de escenas en donde mi ser sufría y se postergaba ante realidades que nunca aprobé y jamás podré compartir, y seres a los que me enfrenté consciente de que podía pagar un alto precio...
Y por cierto que lo pagué, pero aprendí, y al crecer salí adelante regando los surcos de mi vivir con mi transpiración cotidiana y con las gotas de sangre que seguían brotando en las heridas que demoraban en cicatrizar, pero así fortalecí lo esencial, mi ser, mi verdadero yo y la conciencia tranquila, sin olvidos ni cálculos mezquinos, ni indiferencias...
Sí, he sido un alumno aplicado en las aulas del sacrificio, del dolor, del desprendimiento, pero aprendí a sentir en mi alma los resplandores del despertar, del amanecer tempranero en el que me entrenaba en los duros repechos de la existencia...
Y ahora lo sé con certeza, no porque tenga ya tantos años, sino porque compruebo y reafirmo que nunca jamás he andado solo como en un tiempo lo creí, convencido de que mis ideas nunca fueron solamente mías, que mis manos fueron Sus manos..., que mi universo estaba iluminado por una luz que no es mía, y que yo no he sido ni seré otra cosa, que una sencilla luminaria portadora de la Causalidad a la que debo lo que he logrado ser y necesito proyectar en una misión que no he de abandonar, no para darle consejos a nadie, sino para compartir lo que a mí me ha hecho tanto bien al atravesar el largo y seco desierto...
Y todo ello, por haber aprendido que no soy el centro de nada, que mi yo no es lo que más me importa, si no es para propagar el amor cuyo don me ha dado gratuitamente la vida, y me lleva paso a paso aproximándome, al destino que me conquiste en alguna parcela del cielo...
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