miércoles, 13 de julio de 2016

LO APRENDÍ DESDE PURRETE...

Yo no he de someterme jamás, a ningún encasillamiento que atente con el libre discurrir de mis ideas, que son al fin las que determinan  el norte de mi caminar.
 
Lo haré en las escenas que sean y por los diversos senderos por los que todos legítimamente, tenemos que resolver la disyuntiva de optar.
 
"No venderé el rico patrimonio de los orientales al vil precio de la necesidad...", proclamaba el héroe de nuestra patria uruguaya el General José Gervasio Artigas desde la historia, que muchos conductores después no tuvieron en cuenta con sus olvidos, su vasta verdad.
 
Yo agregaría también, "que no vendería jamás mi dignidad ante los precios viles del cálculo mezquino, ni de las ambiciones insensatas".
 
Pero no basta con decirlo, hay que aplicarlo y demostrarlo, y vaya que los testimonios de mi vida hablan más que mis dichos...
 
Cuando con rotundidad he sostenido siempre que: "yo no me vendo", que "nadie tiene el dinero suficiente para comprar lo que yo no vendo de mí",  que "no me arrean con el poncho ni las botas que pisotean por mandatos de dictadores", que "no me han asustado los cobardes que atropellan armados en un copamiento", que "no han podido voltearme falsas amistades sobre endebles pedestales juzgadores", que "no han llegado a confundirme traicioneras promesas", que "no me he rendido ante chantajes electorales", que "nunca nadie me ha podido silenciar y mucho menos jugando sucio", que "mantengo inviolable el taller de mi alma donde reina la osadía de mi coraje", que "mi sencillez le cierra el paso a la vanidad, a toda soberbia que nunca encontrarán espacios para enfermarme por dentro"..., que "nada ni nadie podrá nunca apartarme del amor", que "defiendo mis trincheras del mismo modo que subo al ring de la vida, con todo, con pasión y entrenado para que no me volteen al primer golpe..." ,  que "nada ha de enseñarme más que lo aprendido en la universidad a cielo abierto de la vida", no hago otra cosa que enaltecer la maravilla y la potencialidad que se nos ha dado con la vida y  que intento enaltecer como puedo, en los actos cotidianos y sencillos de mi vivir.
 
No podría hacerlo de otro modo, no tendría sentido mi vida, no estaría honrando a quienes me precedieron y me han dado tanto.
 
Es verdad, no tengo precio ni olvidos, no permito que se aproximen a mí, ni que los duros golpes en el yunque del vivir hayan sido en vano.
 
Lo aprendí desde purrete y traté de mantener derecho el tronco, siempre apuntando hacia la luz, hacia los resplandores que iluminan los horizontes nuevos...
 
 
 
 
 
 
 


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