Yo sé que la contienda es larga, sé que los repechos son empinados, pero también sé que desde el fondo de mis entrañas, hay una voz que me repite siempre: "ni lo dudes, no hay fatigas posibles que te puedan detener..."
Claro, si desde pequeño he vivido así por más que me hayan curtido a patadas primero con la de trapo y después..., en el campito de mi barrio y más después..., en la cancha grande o en el ring donde se pelea la vida qué más da...
Siempre ha sido así, porque la naturaleza que me han dado y lo que yo le agregué forjándome como pude, me llevaron en todos los escenarios, a vivir así, pidiendo cancha..., para darme más y más...
Con mi permanente inconformidad a cuestas, cargando en mi lomo las pesadas cargas de mis compromisos que no han conseguido doblarme..., ni han logrado que me aferre a algún bastón para seguir haciendo huellas con mi andar, y tantas veces, metiéndome en las selvas sabiéndolas cargadas de espinas y de trampas, con el machete de mis ideas en ristre para derribar los zarzales de la mentira, de la maldad, de la traición, de los olvidos indiferentes que abren heridas y machacan la esperanza de mis semejantes.
Yo vivo así, pidiendo cancha para que se expresen mis rebeldías, mis broncas y al mismo tiempo, intento multiplicarme para seguir cantándole un canto al amor que no me exige machete alguno, ni broncas, ni enojosas rebeldías porque justamente..., me basta sentir la melodiosa partitura y urgir así mi necesidad de más cancha para darme sin dudas ni fatigas al amor que hay en mi vida...
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