viernes, 18 de diciembre de 2015

¿Y ATRÁS PARA QUÉ, SI LA ESPERANZA NO SABE LO QUE ES RETROCEDER?

Yo no sé dónde está  el rasgo positivo en la actitud de mirar hacia atrás, si la esperanza siempre apunta hacia adelante...

Lo que no podamos alcanzar o conquistar hoy, abre el tiempo del mañana, revancha que normalmente nos abre el portal de la oportunidad para que por allí entren nuestros propósitos buscando nuevos resplandores en la elevación, nunca en la chatura del barro de la claudicación que nos aprisiona y termina por anclarnos...
 
Ese sí es el secreto encanto que nos desafía, que nos moja la oreja poniéndonos a prueba en la dura contienda de la vida, más allá de los empinados repechos que se nos pongan por delante y de los esquives arteros que tengamos que dibujarle a las trampas.

Y también hay que vencer los obstáculos, los palos que nos pongan en las ruedas de la voluntad para que no podamos avanzar, y de las malas intenciones que despliegan las soberbias, maldades, envidias, ambiciones desmedidas que se nutren en las sombras de las mentes enfermas con metástasis de desamor en sus entrañas...
 
Pero no podrán, nunca podrán ganarle la porfía a los empecinamientos del amor, que al fin es el arma más poderosa que no hiere, que no atrona,  nada manipula, que no impone, que sólo propone a nuestra libertad senderos a recorrer para que cada quien decida...
 
En la mente y el corazón del hombre está el timón y la brújula para salvarnos de eventuales naufragios, más allá de ese faro que nos manda su resplandor desde lo más alto para los que sueñan esa sublime quimera de las esperanzas.
 
 Pero en definitiva depende de nosotros apostar al renacer cotidiano, para alcanzar la navidad redentora...
 
 
 
 
 
 

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