Mi vida no tiene nada de particular que implique ni el mínimo atisbo de mérito alguno, que no sea otro que andar en lo cotidiano atendiendo los diversos quehaceres que me convocan.
Y hacerlo con pasión, eso sí, en todos mis intentos.
Nunca supe, ni pude ni quise, quedar a medio camino, ni jugar a dos puntas, ni sorprender a nadie de mi entorno o fuera de él, con actitudes que un día sí y otro también, desconcierten a nadie, como lamentablemente yo tuve que soportar durante la mayor parte de mi vida...
Nunca fui esclavo de cómo amanecían mis entrañas (o como suele decirse el estado de mi hígado), ni tampoco de los secretismos que pudieran estar agazapados en algún rincón del ser, y sé muy bien de lo que hablo, para que quienes normal o circunstancialmente acompañan mi vivir, se sorprendan con mis más que molestos cambios de humor...
En eso creo ser sanamente predecible, no lo intento en el devenir de mis actos en todo aquello que surge de mis ideas, de mis peleas, de mis rebeldías, de las ganas que siempre tengo de darme, en reciprocidad a cuanto he recibido por cierto...
Y estoy agradecido porque se me ha permitido llegar a la edad que tengo (un poco viejo por fuera pero jamás por dentro) cargado de contenidos, repleto de intentos, viviendo en cada presente de mi vida proyectado más que nada hacia el mañana, dispuesto a darle forma hoy a todo cuanto no he alcanzado hasta ayer, en las diferentes escenas en las que me muevo en el cotidiano vivir...
Esa incesante determinación que vive conmigo, es el fuelle de mi forja siempre encendida, siempre teñida de esperanzas porque he ido aprendiendo a esquivar las zancadillas, a hacerle frente a los arpones que a traición nos pueden herir, descubriendo cuáles son y dónde están los motivos que le dan verdadero sentido a mi existencia y así poder multiplicarme para no caer en la esclavitud del conformismo que no va conmigo, que no comulga con mi naturaleza y que a mi edad pueda trampearle la vida a mis semejantes..
¿Por qué todo esto? Porque se me aproximó otra vez en sueños, la claudicación de quienes han dejado de soñar, de luchar, y estar esperando turno para que los venga a buscar la parca de los rezagados para conducirlos al destino definitivo que en algún momento a todos nos alcanzará.
Se me aproximó el vehículo de la declinación, pero no se animó ni siquiera a rozarme al saber que conmigo no tendrá suerte, que lo expulsaré de mí, que no le permitiré ningún hueco en mi ser, que jamás seré predecible en ese sentido y por el contrario, despertaré cuando suena el clarín de cada aurora, para movilizarme prestamente como lo hacía en aquellos años de mi juventud en los que aprendí grabándomelos a fuego, que no hay que permitirse potencias adormecidas, justamente, para no empezar a morir...
Y eso no tiene ningún mérito, es la recíproca respuesta, la sencilla y normal actitud de responder a todo cuanto se nos ha dado...
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