lunes, 5 de octubre de 2015

Vivir tu propia condena...

Ya bastante mal nos hacen otros con sus crueldades, sembrando pánicos, muerte, desolación, desesperanzas, ruinas y devastación, producto de sus ruindades...

Como si eso no fuese suficiente para el padecer que por el mundo se siembra con la salvaje incultura del descarte y los salvajismos de los desalmados, muchos individuos se van matando a sí mismos al perder el control sobre sus vidas.

Llegan a tal extremo como el de no tener conciencia de estar viviendo su propia condena.

Nada ni nadie los detiene. Los aparentes jolgorios los han mareado primero para perturbarlos después, al enajenarles la conciencia y la razón.

Y la ceguera les impedirá después, optar por los senderos de la libertad. No llegan a entender que sin libertad no hay verdadera vida, solamente  la mera existencia sin verdadero sentido.

Se han negado la dura tarea de cavar y regar un surco fértil y allí mismo les nació la hierba mala...

La maleza envenenada avanzó y los envolvió embriagándolos con sus drogas malignas.

Renunciaron a los resplandores, al acostumbrarse claudicando a la oscuridad de sus cuevas...

Y llega un momento en que sus ojos se deslumbran ante el más mínimo atisbo de luz, puesto que solamente se orientan en las tinieblas, sin comprender que en las sombras se tropieza tantas veces sin saber que están al borde de algún precipicio.

Todos vamos a morir, pero no nos dieron la vida para lastimarla ni exterminarla con nuestros propios
puñetazos. ¿Entonces cómo es posible que voluntariamente  nos vayamos matando cada día?

Vivir tu propia condena no es vida..., siempre se tiene la última oportunidad.

No dejes pasar ese vagón que lentamente aminora su marcha ante ti para que subas a él y puedas salvarte.

Porque no se detiene totalmente, siempre el vagón de la vida sigue su marcha sin detenerse, lo que significa que puede no volver...






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