sábado, 10 de octubre de 2015

Prendido a las esperanzas...

Antes y después que yo reconociera que el don de la fe se alojara en mis entrañas, he vivido prendido a las esperanzas.

Antes, porque se ve que mi naturaleza es así dado que aún carente de fe (ese fue mi parecer en la mayor parte de mi vida) tuve la certeza de regar las parcelas hacia las que me llevaron la Providencia y las circunstancias, para conquistar las cosechas que estaban a mi alcance como siempre, transpirando las camisetas y hasta con sangre, sudor y lágrimas...

Después, comprobé la coherencia que había tenido con la vida nueva que empecé a vivir hace apenas catorce años de la mano del Señor, sintiéndome más libre que nunca y eso que jamás acepté estar entre rejas y mucho menos en las cárceles de mis propios vacíos.

Eso no quiere decir que no haya cometido errores y vaya si los he acumulado a lo largo de mi extenso vivir.

Pero aprendí y me arrepentí muchas veces, obligándome a replanteos que me permitieran seguir el camino prendido a las esperanzas, sin las que no sé vivir.

Siento esa necesidad en primer lugar por y para los seres más míos, luego por mis amigos del alma, también por mis semejantes, y olvidándome de mí me ubico como siempre al final, sin jamás anteponerme incluso en mis oraciones, dado que constantemente más que decirle al Señor: Confío en ti, prefiero expresarle: Confía en mí...

Es imprescindible para mí sentir el renacer cotidiano, oír el clarín de una nueva aurora comprometido en el hacer, intentando no ponerle límites a mis intentos en todo aquello que esté a mi alcance, es decir, que se adecue a mis limitaciones.

Y a medida que pasan los años, más se acentúa ese convencimiento al haber aprendido desde purrete lo que le vi hacer a mis mayores al marcarme senderos que no he de abandonar.

Las esperanzas me oxigenan el alma, y a partir de ellas me multiplico para dar respuestas diversas a la dura tarea del vivir.

Esa es la más rica herencia que dejaré a los míos, un montón de intangibles que en su simbiosis forman una coraza "tan dura como el diamante que no admite huellas mientras no sea polvo..."






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