Yo en ningún momento pierdo la perspectiva de la sencillez que me indica el sentido común.
Vibrando emocionado todavía por esas cosas que me están pasando con referencia a mi producción escrita que valoro mucho por lo que significa publicar lo hecho y sentirse rodeado y estimulado por cantidad de gente que me expresan conceptos que llegan al alma, me solicitan dedicatorias y firmas de ejemplares, etc., pero no puedo dejar de pensar en mi osadía al expresarme en el estilo de novelas y mantener en lista de espera la cantidad de ensayos que he concebido a lo largo de los años.
Yo sé bien que la realidad es la gran inspiradora, una inagotable fuente para la ficción y mucho más todavía cuando la generosidad Providencial se ocupó de que el ensayista le cediera paso al intento de novelista en el que me he convertido en los últimos años de mi producción escrita.
Estoy persuadido de mi osadía, pero también sé que en definitiva, por algo muy valioso y transcendente se nos da la vida y el resplandor que nos guía para no perder el rumbo, cuando nos resolvemos agregarle a lo más valioso (que no es nuestro precisamente), apenas algo más para redondear los planteos novelísticos publicados unos y no editados unos cuantos más...
Pero añoro por ejemplo a mis: "Misceláneas del alma...", a "Memorias y Sueños", a "Canto a mis dos madres", a "Un análisis de memoria", a "Un duende en el tejado", a "Sidasocial", a "El mundo que hemos hecho", a "Por las calles de la vida"..., todos ellos ensayos inspirados en la vida real, en la sencillez de los hechos cotidianos.
Se trata de contenidos que no aparecen como productos de los más apetecibles del consumo masivo en este presente del mundo, por la fuerza en que los medios de comunicación nos muestran e imponen (tantas veces manipulándonos los temas de sus espacios), pero que sí son los que constituyen también la realidad, la vida misma de la gente sencilla, la de aquellos que tantas veces no tienen voz ni tribuna donde expresar sus desalientos, sus desesperanzas, y la condena con que los castigan los olvidos...
Claro, el ensayista añora sus ensayos, y para nada es claudicar de lo que en ellos se denuncia y se reclama, al haber tenido la osadía de abordar otro estilo (las novelas), porque también en ellas he seguido luchando sin descanso por la dignidad de los que más sufren el desamparo, sin que yo renuncie jamás a las esperanzas...
No tengo entonces cargo alguno de conciencia, pero siento que muchas entregas están en larga espera, pero nunca jamás envueltas en mis olvidos, justamente, porque nunca me los he permitido ni canjeado con mezquindad por glorias vanas, porque ellas nunca podrán vivir en mí...
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