miércoles, 1 de marzo de 2017

AFERRADO A MIS ESPERANZAS...

Ayer salí a caminar por el campo, por esos senderos de la estepa cerealera con la que nos rodea una generosa naturaleza, que multiplica mis ganas, que redobla mis pasos hasta mezclar con prudencia algunos trotecitos que todavía con mi edad puedo encarar, gracias a Dios..., a los cuidados que me brindan y a una vida que siempre ha estado ligada a la acción (corporal y mental) para impedir toda declinación y la quietud que trae consigo el desfallecer...

Y como siempre la oración caminaba conmigo, en diálogo con el Señor.

Ayer mi madre si no se hubiera ido a otra dimensión con veinte años, hubiera cumplido cien años. Y como ha sido habitual en mí, hablé también con ella largo y tendido, como fueron los kilómetros que recorrí, que me dieron tiempo suficiente para comentarle aspectos de mi vida, mis angustias sin ella, mi segura determinación de aproximarme paso a paso a ese destino soñado del reencuentro ya sin tiempo...

Pero debo conquistarlo, dejando huellas por los senderos del amor, regando surcos donde seguiré sembrando semillas de salvación, atravesando desiertos en aras de mis propósitos, o atravesando fronteras por seguir a mis seres más queridos que tienen a mi corazón rebosante de motivos para atarme a la vida y con ella a la elevación...

Y casi al llegar al puente, hablé también con Vicente el amigo que conocí por esos senderos, para decirle que el almendro que él plantó y regó antes de partir, está vivo, florecido, y ya con una altura de más de dos metros, mudo testigo de un vínculo que no morirá con ningún olvido... 

Regresé en poco menos de dos horas, y por las rendijas de mi alma entraron ráfagas que oxigenaron mi ser, y reafirmaron mi determinación de seguir y seguir aferrado a mis esperanzas, convencido de que serán transformadas en la realidad que reclaman mis sueños...


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