martes, 22 de noviembre de 2016

LO QUE LA DIGNIDAD NO VENDE...

En un amanecer frío, lluvioso, mi "novia" de siempre comienza el día abriendo un archivo que una amiga le envió con "secretos caseros...", con la música de un tango inspirador, cautivante, contagiante, que la llevó a bailar sus compases sola, mientras yo describo esa escena que a ella y a mí, nos llegaba al alma...

Allí se mencionaban hábitos, costumbres de nuestras abuelas para el tratamiento de las polillas, blanqueo de ropas, cuidado del cabello, etc., pero en este caso, además de los beneficios del limón, y los restos del café usado, nos marcaban los compases de la música de un tango: "El Huracán" que, con las pausas de su final, parecía languidecer...

Lo que nunca languidece en nuestras vidas, son, las ganas enormes de vivir, que arremete en mi caso luego de los primeros ochenta, y me permite ir al encuentro de un nuevo decenio como si el tiempo no hubiera pasado, porque no hay fatigas, hay altiva postura envuelta en sencillez, con la que enfrentamos los repechos de la existencia, respetando el lema de que "estoy programado para no cansarme..."

En nosotros también intentan adherirse en las tuberías interiores, restos tóxicos que se esconden en los recodos del ser, pero los ahuyentamos como podemos, ya sea con los "secretos caseros" o con el intento irrenunciable de no dar por perdida ninguna batalla, mientras se nos mantengan los suspiros de la vida...

La lluvia nos llena los charcos del alma, pero no debilita la coraza dura que se ha formado en el largo transcurrir, coraza que custodia los intangibles más valiosos que no son precisamente, los bienes materiales, ni el poder que perturba las mentes, ni el dinero que jamás podrá comprar lo que la dignidad no vende...

No todos los seres tienen un precio, no a todos se les puede aplicar el insultante calificativo de mercancía canjeable al mejor postor, y esa certeza, siempre fue y en este presente más que nunca, es y será dura, como el diamante, y hay que rescatarla como valor esencial al que no se le puede hacer huella, mientras no sea polvo...

Por si algo faltara, no tenemos miedo alguno, ni le permitimos acción a esos frenos que suelen silenciarnos y excluirnos de toda contienda. Al contrario, estamos entrenados para subir cotidianamente al ring de la vida, a pelearla, a no dejarnos vapulear por nada ni nadie, al sentir el coraje y la osadía que nos viene desde las entrañas que nos lleva a ponerle el pecho al viento en contra, para que no nos frene, ni se nos doble el lomo por los latigazos de la vida...

Lo aprendimos desde temprana edad, y es por eso que con simple sencillez, nos esforzamos en no darle consejos a nadie al respetar a cada quien, pero eso no significa que utilicemos eufemismos para expresar lo que sentimos y expresamos desde el alma, con límites, con respeto, con el lenguaje y el obrar que nos sugiere  el amor y el coraje de la responsabilidad...




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