Hoy en un espacio radial, se nos anunciaban nuevos productos de la tecnología digital, y sentí que me estaban hablando en otro idioma, perturbando el esmero de mi entendimiento.
Y confieso que cuanto más me introduzco en las gargantas profundas de los laberintos de las nuevas tecnologías de ese mundo digital, un sacudimiento interior protesta, porque nos van invadiendo, conmoviendo, y hasta manipulando nuestros hábitos...
Mi naturaleza resistirá porque no admite que la dobleguen.
Me podrán sorprender, pero no permitiré que nada me excluya de ninguna contienda, aunque tenga que aceptar a priori que debo actualizarme, que me cuesta mucho seguir ese ritmo envolvente e indetenible que ya está medrando entre nosotros, como si fuera un torbellino que no se detiene ni siquiera para darnos tiempo para comprenderlo y adaptarnos...
Todo cambia a ritmo de vértigo y ya no es como antes que la vida de los productos continuaba a través de los decenios. Hoy, la obsolescencia llega muy rápidamente en trenes de alta velocidad, para permitirle vida más que efímera a los productos, para que se usen y prontamente se descarten por la invasión avasallante de lo nuevo..., y cumplir con los mandatos de la incultura del mercado y del descarte, que por cierto tiene sus aliados incondicionados.
Y ese vértigo en forma ostensible también en la ingeniería cuántica dominante, entorpece nuestros seguimientos y a esta altura, sospechamos, llegarán a límites impensables...
La inmensa pequeñez nos sorprende para almacenar y procesar la vastedad...
Mi gran temor (agregado al avance inimaginable también de la robótica) , es que tanto empuje vertiginoso de la alta tecnología, nos aparte de los actos simples y sencillos del cotidiano vivir con el protagonismo esencial del hombre que no se debería perder, nos manipule el ser, modifique nuestros hábitos, y conduzcan a los seres hasta el exterior de sí mismos, para que se postergue la elevación que debe provenir de sus entrañas para aproximarse al destino donde reside la Verdad...
Como en todas los aspectos de la vida, el hombre tendrá que optar, y en las diversas disyuntivas donde tenga que resolver qué sendero recorrerá, tendrá que elegir aquel que le indique su corazón respondiendo al mandato de sus propósitos y los roles que le otorguen verdadero sentido a su vida...
Y para ello tendrá que defender la legitimidad de su libertad más plena, para no perder su dignidad.
Y confieso que cuanto más me introduzco en las gargantas profundas de los laberintos de las nuevas tecnologías de ese mundo digital, un sacudimiento interior protesta, porque nos van invadiendo, conmoviendo, y hasta manipulando nuestros hábitos...
Mi naturaleza resistirá porque no admite que la dobleguen.
Me podrán sorprender, pero no permitiré que nada me excluya de ninguna contienda, aunque tenga que aceptar a priori que debo actualizarme, que me cuesta mucho seguir ese ritmo envolvente e indetenible que ya está medrando entre nosotros, como si fuera un torbellino que no se detiene ni siquiera para darnos tiempo para comprenderlo y adaptarnos...
Todo cambia a ritmo de vértigo y ya no es como antes que la vida de los productos continuaba a través de los decenios. Hoy, la obsolescencia llega muy rápidamente en trenes de alta velocidad, para permitirle vida más que efímera a los productos, para que se usen y prontamente se descarten por la invasión avasallante de lo nuevo..., y cumplir con los mandatos de la incultura del mercado y del descarte, que por cierto tiene sus aliados incondicionados.
Y ese vértigo en forma ostensible también en la ingeniería cuántica dominante, entorpece nuestros seguimientos y a esta altura, sospechamos, llegarán a límites impensables...
La inmensa pequeñez nos sorprende para almacenar y procesar la vastedad...
Mi gran temor (agregado al avance inimaginable también de la robótica) , es que tanto empuje vertiginoso de la alta tecnología, nos aparte de los actos simples y sencillos del cotidiano vivir con el protagonismo esencial del hombre que no se debería perder, nos manipule el ser, modifique nuestros hábitos, y conduzcan a los seres hasta el exterior de sí mismos, para que se postergue la elevación que debe provenir de sus entrañas para aproximarse al destino donde reside la Verdad...
Como en todas los aspectos de la vida, el hombre tendrá que optar, y en las diversas disyuntivas donde tenga que resolver qué sendero recorrerá, tendrá que elegir aquel que le indique su corazón respondiendo al mandato de sus propósitos y los roles que le otorguen verdadero sentido a su vida...
Y para ello tendrá que defender la legitimidad de su libertad más plena, para no perder su dignidad.
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