Hoy necesito reiterar una vez más, la intimidad de un diálogo conmigo, en serena y honesta reflexión.
No me anima darle consejos a nadie, no tengo inclinación ni derecho alguno para hacerlo, sino exigirle a mi ser, conduciendo mi corcel como lo he hecho durante toda mi larga vida..
Por ello, reafirmo que no me asustan los repechos, no les temo a los fantasmas, no me frenan las fatigas, no me asustan los soberbios, no me arrugan los latigazos de la realidad, no formo parte del banquillo donde el "mister" deja a los indiferentes, no me excluye el abandono, no me enferma la mezquindad, no me confunden las flaquezas, no me congelan por dentro los olvidos...
Y todo eso es posible con humilde sencillez, sin vacíos en la mente ni en el alma, que es cuando se le mantienen cerradas las puertas a las fragilidades que nos condenan a la declinación..., que es cosa muy distinta cuando aparecen quebrantos en la salud, sin omitir que en ella también influye en grado importante nuestra actitud, y nuestro aliento cotidiano en el largo caminar...
Lo tengo claro, todo es posible si lo intentas, además, sin apartarte del llano del que provienes, sin que te mareen los soplidos de la inmediatez, sabiendo cual ha sido tu andar por el desierto, tu eterno remar en medio de las sacrificadas marejadas del vivir, cómo has resuelto las turbulencias que han intentado envolverte para devorarte en los remolinos de sus naufragios, teniendo siempre presente tus raíces, de dónde vienes y cómo procuras orientar el rumbo de tu brújula para alcanzar el destino, o la salvación que debes conquistar...
Los dones supremos te han venido con la gratuidad de la vida, y la inmensa potencialidad subyacente en tu existencia. Luego..., nada te regalarán si no luchas con alma y vida..., convenciéndote que puedes llegar a convertir tus quimeras en utopías..., como la de levantar vuelo y alcanzar el resplandor de horizontes nuevos, y de ese modo aproximarte más a la Verdad...
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