Sigo batallando sin permitirme pausas, al confirmar que los latidos de mi corazón siguen palpitando el fervor que se ató a mi existencia (ya un largo caminar), desde mi temprana juventud.
Como generalmente le ocurre a todos, mi vida ha sido una mezcla de momentos en los cuales las circunstancias me llevaron a recorrer senderos en los que las brisas se mezclaron con tempestades, la serenidad con torbellinos, la felicidad con sufrimientos, la planicie del llano con cornisas peligrosas, la naturaleza oferente con la selva hostil, la inconformidad con los desafíos permanentes, pero siempre aferrado al propósito de enaltecer el amor, y por Él, aprender transpirando la existencia en el ring donde se pelea la vida, sin pedir la toalla con la humillación de darme por vencido...
Con determinación, con coraje, a veces con osadía, sin miedos que nos atan a la nada o a la mediocre indiferencia, comprometido, involucrado, respondiendo a los llamados que me convocan, seguiré sin mirar atrás, sin permitirme refugios en retaguardias, sino de frente, poniéndole el pecho al viento en contra, levantándome siempre de los tropezones, sin fatigas remontar los repechos que se me pongan por delante, esquivando las trampas que nos tienden, denunciando las mentiras que nos mienten, deteniéndome siempre ante un semejante suplicando una ayuda para ponerlo en marcha de nuevo, soñando el secreto encanto del renacer, como navidad cotidiana, siempre buscando el resplandor de horizontes nuevos...
En definitiva, nada fuera de lo normal, nada singular, y sin más mérito que el de darle respuestas adecuadas a la gratuidad de la vida y a los dones que se nos han dado con el vivir, desde las raíces y el tronco que busca la luz sin torcerse sabiendo que siempre está y estará en lo alto, y no en el fango donde se reproducen las miserias...
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