lunes, 24 de junio de 2019

SIN CONSEJOS, NI MAGISTERIO ALGUNO...

¿Quién soy para dar consejos, quién para endilgarme una cátedra o subirme a un púlpito que seguramente me puede quedar muy grande, como suben algunos para sentirse en un nivel por encima de los demás?

Jamás me he propuesto magisterio alguno, ¿cómo cometer la osadía de intentarlo?, si apenas soy uno más, al considerarme un obrero más en la construcción del complejo universo del vivir...

A mí ya desde mi juventud no ha podido confundirme la insolente vanidad, ni la sobrevaloración, tampoco la soberbia. 

Pero eso sí, en cuanto a transpirar la existencia con humilde sencillez y sacrificio, no le cedo la derecha a nadie...

Lo aprendí desde purrete y en el largo vivir que se me ha permitido, llegué a comprender que la maravilla de la vida y los otros dones potenciales que nos han regalado para proyectarnos, no pueden convertirse en nada con la muerte...

Siempre es posible dejar testimonios que nos permitan mantenernos un poco más en la vida, aunque se nos haya llamado desde otra dimensión, aunque sea un poco más a través de lo hecho, mientras la pesada lápida del olvido, con sus sombras, apague todo resplandor...

He llegado a comprender que existe una Verdad sin imposibles, capaz de hacer posible una dosis de prolongación en la realidad generacional camino de lo eterno, que mi poquedad llegó a entender suficientemente con el transcurrir de los años...

En la mayor parte de mi vida fui percibiendo un lento pero indetenible proceso de transformación, al sentir que "una pequeña y desinhibida libélula con su magia iridiscente", le ofrecía un resplandor a mis sombras interiores...

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