La observancia de la realidad, me lleva a la tristeza de comprobar dos mundos enfrentados...
Enfrentados hasta el extremo del exterminio, porque las actitudes genocidas no han quedado sepultadas en el pasado, están presentes hoy con las formas más horrendas que puedan imaginarse...
Los odios, los rencores, las intolerancias, las ambiciones sin límites, las indiferencias, los falsos altares de la idolatría, llevan al desprecio más absoluto sobre la vida misma del hombre, privándolo de todos los valores esenciales de su libertad, sin la que no es posible su dignidad...
Frente a los empecinamientos, la subestimación, los engaños, y los olvidos, sólo cabe abrir trincheras sin renunciamientos, para luchar por la esperanza, con la determinación de que no podrán salir airosos quienes hayan renunciado a un despertar colectivo arrollador, que les pase por encima a quienes hayan optado por alguna de esas endemias que humillan a nuestros semejantes, que nos rebelan, nos avergüenzan, y nos deberían convocar a no excluirnos de una contienda que nunca deberíamos considerar ajena...
Cada uno en lo que esté a su alcance, tiene un lugar para sus intentos.
Lo que no tiene ningún sentido, es que ante la barbarie no nos comprometamos, no nos involucremos, flotando en la cobarde complicidad...
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