En el Tomo VII de mis "Misceláneas del Alma" en su prólogo escrito el 1/3/2002, hice referencia a algunas de las iniquidades manifiestas, apoyándome en el concepto de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para combatirlas y ahuyentarlas de nuestro cotidiano vivir...
Tengo un rechazo visceral contra todo y todos aquellos que ofenden nuestra dignidad, creyendo que sus infamias siempre permanecerán protegidas por las sombras de su impunidad, sin comprender que siempre terminarán pasándoles facturas...
Y por supuesto, vuelvo a salir de mis trincheras, con mi última novela publicada: "OCULTOS EN LAS SOMBRAS", como un aporte más para quienes vienen detrás, porque deberán enfrentarse a un mundo muy complejo y endemoniado, y no debo ni puedo permanecer al margen en la ardua tarea por transformarlo.
Esa es la razón esencial por la que me detuve tanto en Sofía, utilizando la ficción personalizando en el nombre de mi nieta (cuando entonces mi nieto Lucca no había llegado a la vida) a él y a los integrantes de las nuevas generaciones que llegan a este presente tan perturbado.
Hoy siento otra vez, el placer de comprobar la coherencia, la simbiosis total, la actualidad de mis dichos de ayer, con las certezas que proclamo hoy, que ahora les comparto mezclados en algunos pantallazos que no son otra cosa que testimonios de mis estados de ánimo para ayudarlos a procesar las dificultades que encontrarán, siempre agazapadas en sus escondites, para que nunca vayan a pensar que hemos pasado en vano por la existencia, y al margen de tan sagrada misión...
Ayer decíamos: "Cuando me informo sobre la colosal realidad cuántica que escapa a mi percepción, siento cada vez más acentuada mi propia pequeñez. Si antes la inmensidad del universo me abrumaba, ahora es la vasta e increíble pequeñez, quien me sorprende, con los avances del hombre sobre ese territorio sin igual en el que se manifiesta también, la inconmensurable ingeniería de la creación. Y se renueva en mí el eterno conflicto de mis búsquedas, de mis ignorancias, de la enorme distancia que mantengo con la Verdad, con lo esencial, por más que he procurado cultivarme para poder elevarme a lo largo de la vida... Apenas he llegado a una de las más elementales estaciones del conocimiento, lo que me permite ratificar desde la atalaya de mi humildad, el pesar que deben sentir los sabios cuando comprueban lo poco que saben y todo cuanto aún les falta indagar en el terreno de la investigación. Que esto vaya también sin ofensas, claro, para quienes se confunden creyendo que han cavado profundo en los vericuetos del conocimiento y con irresponsable facilismo proclaman con soberbia una sobrevaloración que no es procedente, porque los perturba al engañarse fácilmente. Al hombre se le exige el paso a paso, lo mismo que en la vida, puesto que siempre es preciso ir dándolos con la certeza de encontrar un punto de apoyo que debe conquistar. Después de todo, ¿quién es el hombre en el universo de sus búsquedas, para exigir nada y pedir revelaciones para empezar a creer sin ver, si antes no indaga cómo encauzar al menos su propia superación personal, objetivo intangible, imprescindible, testimonial, en lugar de andar ostentando poder y riquezas excesivas que siempre son materiales y por carecer de espiritualidad, traban su despertar...
¡Qué diferente sería este mundo que entre todos hemos hecho, repleto de sufrimientos, intolerancias, frustraciones, desapegos, descreimientos, miserias, en el que tantos están viviendo un calvario pero sin resurrección..., si nos propusiéramos transformarlo pero de verdad...!"
Y hoy seguimos sosteniendo: "No se permitan nunca, Sofía, Lucca, y todos los que como ellos llegan a la vida, en ninguna circunstancia, quedar caídos y claudicantes. Quienes hemos andado por mis caminos, aprendimos a esquivar los tropiezos. Claro que hemos cometido errores al tropezar dos veces con la misma piedra por los tercos caprichos de nuestras debilidades. Pero también nos hemos levantado siempre, sacudiéndonos el polvo , e inmediatamente nos hemos propuesto caminar de nuevo... Y vaya que nos han quedado cicatrices visibles unas, y otras, que son las más dolorosas, ocultas por dentro..."
Y una sagrada misión, no busca nunca lucimientos vanos, ni trofeos, porque el más valioso está custodiado en la tranquilidad de la conciencia.
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