miércoles, 3 de agosto de 2016

FANTOCHADAS MEZQUINAS...

Escribir es una forma de dialogar hasta el límite de hacerlo, con personas en la distancia y que jamás hemos tenido frente a frente, cuando se tiene el secreto encanto de ser leído.
 
Tener esa inclinación y todavía que forme parte de mi vida al plasmar esa pasión que, en mi caso, es una realidad que oxigena mi , existencia sin fatigas, ininterrumpidamente, porque no quiero ni puedo desprenderme de ella, es un estado del alma por el siento la necesidad de dar gracias en forma permanente.
 
Pero debo ofrecer algún detalle para que quienes no me conocen porque la distancia se interpone, sobre el espíritu que anima la sencillez de mi vivir.
 
Nunca voy a cometer la insensatez de calificar la calidad de mis intentos y no solamente los registros escritos, sino los que asumo en mi vivir cotidiano procurando testimonios hacia un obrar espontáneo que me sale del alma, porque no me corresponde hacerlo, pero me basta saber que la sencillez de mi vida procura un verdadero sentido, que justifique el amor por el que me han dado la existencia...
 
El largo transcurrir superando obstáculos y peripecias de vida, se asemejan a una larga carrera  para la que hay que estar preparados, entrenados a darlo todo, pero no porque nos propongamos llegar primero a la meta que esa no es la circunstancia más importante, sino llegar multiplicando esfuerzos sin perder el rumbo adecuado y en algún caso, pasándole por arriba a los imposibles malintencionados que nos pongan por delante.
 
Eso también lo aprendí, y por ello, me esforcé en saltos extenuantes, esos que parecen imposibles de alcanzar, justamente, porque los seres humanos muchas veces no llegamos a comprender que tenemos en las entrañas un enorme potencial que no activamos, que dejamos adormecido, pero que en circunstancias límites podemos despertar por un acto amor y desprendimiento, hasta intentar volar con tal de llegar a un horizonte de realización y tranquilidad de conciencia..., y no importa lo que otros piensen ni todos lleguen a comprenderlo o justificarlo.
 
Basta cumplir con lo que el corazón siente, aunque no pase por lo que comúnmente se entiende por el proceso racional que los realistas tanto utilizan, sino por una energía que impulsa las actitudes que no responden a cálculos interesados previos, ni fantochadas mezquinas que al fin quedan al descubierto, y en tantos casos, son como sombras en la conciencia congelada, esa que no se arrepiente nunca, y jamás intenta disculpas y mucho menos pedir perdón...
 
Si habrá testimonios en la historia del hombre, repletos de amor, hasta llegar al martirio si es preciso.


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