Son atropellados, quienes se dejan atropellar.
Se agigantan los depredadores, ante quienes se dejan depredar.
Caen en las trampas del engaño, quienes no buscan elevación interior.
Caen en las trampas del engaño, quienes no buscan elevación interior.
Pero para aquellos que poseen reservas bien custodiadas y un potencial que los respalde porque saben utilizarlo cuando es imprescindible, no resulta sencillo doblegarlos, ni que tampoco caigan así, mansamente, en los remolinos confusos y tramposos que los quieran engullir...
Antes lucharán y no se fatigarán jamás ante ninguna adversidad, ni ante la más artera manipulación que los sumerja en las oscuras sombras de la confusión, porque a partir de ahí, si es que eso ocurre, ellos mismos perderán la batalla de sus propios engaños, que los va debilitando haciéndoles creer que "controlan" la insensatez que terminará derribándolos del ring, ese cuadrilátero donde hay que ganar el combate al rival que sea, y salvar su propia vida...
En resumen, y sin darle consejos a nadie, con la íntima convicción de compartir un sentir que ha propiciado resplandores que me han iluminado, que me han resultado útiles ante muy tristes y duros avatares de la vida, ante circunstancias que al fin siempre nos ponen a prueba, reafirmo que jamás voy a aceptar que otros me hagan lo que yo nunca haría con ellos; que es pretender atropellarlos, depredarlos, manipularlos, destratarlos, y unos cuantos etcéteras más, sin hacerles saber mis razones para oponerme, todo lo que he aprendido en las aulas del vivir, y ese sensato coraje que me lleva a no temer porque justamente, se multiplica en la misma proporción con la que cualquiera intente hacer conmigo, lo que yo no he de permitirle al eventual contrincante en los hechos o en sus dichos.
Estos conflictos se resuelven cuando aflora la personalidad, la naturaleza del ser que se va forjando golpe a golpe, que endurece el lomo para que no le duelan tanto los latigazos injustos, la palabra hiriente, los pisoteos pretenciosos de las botas que todo lo aplastan, la subestimación de los soberbios, el dinero de los poderosos que no pueden comprar la sencilla dignidad del ser que no se vende, la palabra que no se silencia ante las injusticias, el miedo que no amordaza las rebeldías arraigadas en el alma, porque allí..., allí no es posible llegar, ni rendija por la que nada ni nadie se cuele para herir la dignidad de ese ser...
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