viernes, 30 de marzo de 2012

Un tsunami cargado de envidias...

Enfermos, con metástasis que les envenenan la sangre y el alma, contagian con eso que llevan adentro, tan potente como un tsunami cargado de envidias...

Pero además son naturalmente mediocres, peligrosos, mentirosos que te mienten sus verdaderos e insanos propósitos, cuando en realidad están estafando a quienes con buena fe les brindan oportunidades.

Un tsunami cargado de envidias para plasmar lamentables conductas, pero que desconocen algo vital y es que al final no pueden evitar las revelaciones que se constatan cuando actúa el prisma de la verdad que les quita la careta falsa con la que se cubren y aparentan, para poder verlos tal cual son, con todas sus maldades y malas intenciones.

Ellos mismos se excluyen de la contienda del convivir, y se cierran las puertas que generosamente les han abierto.

Damos gracias una vez más porque se nos ha permitido descubrirlos y por sobre todas las cosas, para tomar distancia del contagio de esos tsunamis envidiosos que con trampas arteras pretenden arrasar con mezquindad manifiesta, cuando les ha quedado demasiado grande el espacio que se les ofrecía con grandeza, la que por ser tal, hay veces que resulta ser demasiado confiada con esos ejemplares de nuestra especie a quienes hay que verlos, pero de lejos..., más allá de desear que el poder supremo les tienda una manita y enderecen el rumbo equivocado, por ellos mismos y en bien del colectivo que integran.

Esta es una historia tomada de la realidad en la que un inmigrante se abrió paso y espacio luego de un tiempo de estar radicado en España, luchando, esforzándose, multiplicándose, dando todo de sí con las habilidades logradas en su país de origen, que le permitieron instalarse como empresa y ser él, quien ofreció puestos de trabajo a españoles necesitados.

Una circunstancia que se dio al revés de lo que es habitual, pues lo común es que los inmigrantes lleguen en búsqueda de una oportunidad laboral que les permita vislumbrar las esperanzas que no pudieron mantener en sus terruños.

Pero se encontró, lo afirmo sin generalizar por supuesto, con alguna gente traicionera que no se merecía entrar por la puerta que les abrió, ni tampoco con el coraje de dar la cara al no poder dominar sus propias falsedades y cobardías, que luego quedaron en evidencia.

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