Abrazados, deseándonos lo mejor, y además, iluminados para recorrer sin tropiezos los senderos empedrados de la vida.
Desde lo alto perforan las tinieblas, por ello, hermanados en la Pascua, permitamos que nos lleguen los rayos luminosos de la Resurrección para volver a la vida, a la vida verdadera, la que tiene un verdadero sentido y nos llena de motivos.
Gracias a la vida, una y mil veces gracias, por lo que se nos ha permitido vivir.
Gracias porque tropecé y tantas veces me levanté.
Gracias porque me enseñaron lo que es el verdadero amor.
Gracias por el hijo de ese amor.
Gracias por la nietita que nos transformó la vida.
Gracias por el nietito que está por llegar que nos seguirá elevando nuestra existencia.
Gracias por la familia multiplicada y poblada de afectos.
Gracias por los amigos del alma, siempre junto a nosotros en toda circunstancia.
Gracias porque se nos enseñó a despreciar las miserias.
Gracias por tener hermanos en la fe que nos acompañan en el caminar.
Gracias a la vida, porque me ha dado tanto...
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