-No, no puedo aceptar mercaderes en el templo, no puedo, me lo he impuesto como un compromiso del alma, porque sueño con un hombre nuevo que no le tenga miedo a los mercaderes que están asolando la faz de la tierra.
Si nadie les hace frente y no se les expulsa, quién sabe hasta dónde prolongarán los tentáculos de sus infamias para hacerles daño a nuestros hijos y a nuestros nietos. Y eso no lo admitiremos pasivamente en lo que esté a nuestro alcance, para que jamás nunca nos acusen de esa cobarde omisión.
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