En mi largo vivir, he podido comprobar la contundencia de un concepto, en mi opinión beneficioso y por tanto necesario en cuanto a la elevación personal del individuo, y por ende del crecimiento colectivo, que siempre mantuve con firmeza, y al que por ninguna razón renunciaré: "¿Por qué debo admitir que me encasillen, flechando mis ideas, la elaboración de mis pensamientos: ideologías predeterminadas; partidos políticos de derecha, de izquierda o centristas; o ideas filosóficas, religiosas, sociales, culturales, económicas, que no comparta...?
Lo que he defendido siempre es mi libertad, mis criterios, mis análisis, mis reflexiones, mis comparaciones en la diversidad de las fuentes en la que me informo, para llegar a las certezas de mi conciencia y entonces obrar en consecuencia...
Lo que defiendo es mi legítimo derecho a elaborar en libertad, dignamente, mis ideas y no silenciarme cuando me las quieren imponer, sometiéndome en esclavitudes ante las que nunca he de claudicar..., vengan de donde vengan...
Y además, hacerlo sin temores, sin ambigüedades, sin esconderme detrás de mascarillas, como corresponde, mojándome como siempre, frontalmente y de frente, en el escenario que sea, en mi cotidiano vivir o en mis registros escritos...
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