martes, 23 de enero de 2018

CUANDO EL TRONCO SE TUERCE...

El énfasis al proponernos inculcar valores, los cimientos sobre bases firmes en la esencial formación de un ser, exige a los mayores una ardua tarea que no es responsable eludir, y mucho menos desde temprana edad.

Nada se consigue con permisiva tolerancia ni con descuidos injustificados, tampoco llegando tarde cuando el tronco ya está torcido...

Al árbol maravilloso de la vida, hay que regarlo y enderezarlo desde la niñez, de modo que busque el resplandor de la luz que siempre nos viene desde arriba, y se produzca la natural evolución que se genera desde abajo, para crecer con las nutrientes que se tienen que absorber en las raíces familiares, sin torcerse, logrando la firmeza para soportar los vendavales que lo pueden sacudir...

El ciclo vital e imprescindible en la formación del ser humano, maravilla de la creación, exige aprovechar la edad en la que los seres son esponjas ávidas para retener todo cuanto el amor puede volcarles, y de ese modo, enaltecer y activar el potencial que viene dado gratuitamente junto con la vida...

Palabras y testimonios concretos, consejos y ejemplos demostrativos, nunca falsas retóricas que confunden y perturban, jamás la hipocresía inconducente de sostener conceptos y actuar en sentido contrario, mintiéndose primero, para luego mentir...

Porque si así se actúa perderán credibilidad, no inculcarán valores, no habrá bases firmes en la formación de quienes los miran, ni enderezarán a nadie, y lo que es peor aún, cuando sus hijos salgan a la vida, se les descubrirá fácilmente como seres vulnerables, por parte de aquellos que siempre están alertas para aprovecharse de ellos, al considerarlos un objeto más, en quienes volcar sus miserias...




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