domingo, 14 de septiembre de 2014

La dignidad inviolable está herida de muerte...

Observando lo que está ocurriendo en el mundo, se puede concluir que la dignidad inviolable de la especie humana está herida de muerte...

La libre voluntad del hombre como artífice de su propio destino, es casi un espejismo puesto que en tantos lamentables casos ya nace enfermo de vientres desnutridos, condicionado, hipotecado y encima de todas esas negaciones, olvidado por quienes pudiendo, nada hacen por evitar esas infamias.

Se les niegan las esperanzas, al trabarles la opción de su libre discurrir, aquello "de la Y pitagórica o del bivio heraclida" disyuntivas por las que elegir los senderos hacia la conquista de la luz, o de su declinación hacia las sombras, que es algo semejante a la verdadera riqueza o a sus miserias...

Ocurre justamente lo contrario, se les niega la opción, y se le impone al hombre una vida en las que las desesperanzas no tienen fin porque la dignidad inviolable ha sido herida de muerte, para que las miserias lo condenen y sea estafado con los olvidos...

La verdadera riqueza es la dignidad, no el atropello del hambre, no la transferencia de intereses usureros al sistema financiero, no tener acceso a oportunidades de trabajo, no aprovecharse de las desesperanzas para enajenar sus mentes, no armar a niños para matarse entre hermanos, no herir a las niñas vilmente con violaciones ni hábitos tribales incomprensibles, no las guerras desiguales en procura de posicionamientos estratégicos, no la venta de armas y otros sofisticados equipos por parte de los mercaderes de la muerte, no los negociados infames de las reconstrucciones posteriores sobre las ruinas y los cadáveres de inocentes, no las intolerancias de los extremistas y terroristas, no la inoperancia de los conductores que no impiden esas terribles calamidades...

¿Dónde han quedado la compasión y la misericordia? "Dar el corazón a los pobres (miseris cor dare)", es fácil decirlo, pero ¿dónde la generosidad, dónde el dinamismo misionero, dónde la fe para extenderle una mano o las dos si es preciso a los más pobres, a los más débiles, a los viejitos y enfermos que tantas veces no tienen ni siquiera una piadosa escucha?

No nos confundamos, no solamente dependen de otros, de nosotros también, porque todos tendríamos que disponernos para plasmar una solidaridad más allá de las ideas que cada quien tenga con legítimo derecho.

No estamos debatiendo sobre ideas religiosas, ya hemos expresado las nuestras. Estamos clamando por un obrar que nos salga del alma y se oriente claramente a defender la dignidad inviolable que está herida de muerte... 

No sólo los cristianos tendríamos que involucrarnos, no somos los dueños de la verdad para adjudicarnos los méritos ni la singularidad de un valioso apostolado laico, aunque sintamos ese mandato desde la Verdad que proclamamos.

Todos podemos colaborar con sensibilidad para que esa dignidad herida deje de sangrar, solamente es preciso sentir en las entrañas el dolor ajeno..., y no adoptar silencios ni prescindencias por indiferencias o temores infundados. 



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