jueves, 11 de septiembre de 2014

DIGAN LO QUE DIGAN...

Siempre obedeceré a mis propios dictados, que es la forma de mejor defender mi libertad.
Ya desde mi temprana edad, he procurado emanciparme de los encerramientos conceptuales que al fin te acorralan y perturban el libre discernimiento.
Yo analizo y defino mis convicciones con las que apoyo mi obrar, digan lo que digan...
Y en mi obrar al escribir, al decir o al actuar en el terreno que sea, no me permito flaquezas ni mediocridades. Voy en serio y por encima de todo, con todo mi universo por delante  que es la única forma que me he forjado para encarar la vida...

Pienso que es el modo mejor de darme a mis semejantes, a quienes jamás traicionaré con cambios bruscos de rumbo, ni estados de ánimo circunstanciales que desorientan y nada le aportan al convivir.
A mí me encontrarán en todo momento en actitud positiva, constructiva, generosa, comprensiva, tolerante, mientras no se me atropelle con tonterías ni con soberbias ofensivas que mi naturaleza no resiste.
Yo sé muy bien que en general, siempre va a aparecer alguien que hable, que no esté de acuerdo con algunos de mis propósitos, pero me da igual, digan lo que digan...

Tendré el respaldo tranquilizador de mi buena fe desde el amor y la sencillez que no he de abandonar, eso sí, siempre oteando en horizontes nuevos que me permitan cobrar vuelos nuevos hacia la elevación.

Ya lo he dicho antes en otra entrega, es preciso mojarse, "jugar" la contienda de la vida sin conformismos neutros que nada aportan, ni mezquindades con las que hasta el alma se congela.
Esas actitudes niegan la bendita ventura de darse, porque de verdad hay que tener coraje para amar porque sí, pero también sin ingenuidades que es estar en guardia permanentemente de los ataques arteros e injustos, digan lo que digan..., por esas trampas maliciosas  que algunos montan por las selvas enmarañadas de la vida.

Esta reflexión nada tiene de ficción. En el largo caminar de la existencia, la realidad nos ha enseñado algo, y en las aulas del dolor y el desengaño también se aprende a vivir y a soportar las huellas que nos dejan aunque algunas no se vean, pero duelen más allá de que le hayamos ganado la porfía al proceso de cicatrización, digan lo que digan...

Es una forma de prenderse a la vida y darle batalla sin tregua al último suspiro..., habiendo transpirado esta maravilla de la vida.


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