El hombre recibió el don de la vida, la libertad del albedrío, con todo un inmenso potencial, y el mundo se pobló de intentos desde antiguo, los buenos y los malos propósitos según las circunstancias, y la mezcla compleja de la singularidad de cada ser...
De ese modo se manifestaron en las escenas del mundo, mediocridades y desafíos, amores y odios, se mezclaron conformismos con las búsquedas de horizontes nuevos.
Se hicieron presentes también, la indiferente soberbia, y la humilde pero muy valiosa generosidad; se expresaron las prepotencias, las explotaciones, los látigos salvajes sobre los esclavos de los poderosos, las manipulaciones que le han negado a los que son más, la dignidad superior que por derecho natural les corresponde, incluso en tantos casos, hasta el triste final del martirio...
Propósitos del hombre generadores de resplandores y sombras, abandonos y sueños que no han permitido ponerle un techo a las esperanzas...
Pero siempre hubo, hay y habrá un superior valor subyacente por el cual la Providencia ampara un constante axioma del alma que ganará la porfía esperanzadora del amor, para ahuyentar los caprichos insensatos en pro de un destino que la especie debe conquistar..., manteniendo latentes los valores que inyectan en la vida los seres que no pueden dejar de soñar su destino hacia un más allá, donde su plenitud, hará innecesario recurrir a las esperanzas...
Por resumirlo de algún modo, alcanzar la realización en toda su magnitud imaginaria como misión que trasciende hacia los semejantes, como descubrir el atajo que abre el rumbo hacia lo soñado, así "como sueñan la meta algunos narradores, de reunir en el cuento más corto, todos los libros del mundo..."
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