Cuando hablarle a su pueblo al prometer un programa de gobierno, luego conducirlo por las sendas más firmes hacia la realización al recibir el respaldo popular, es un verdadero privilegio para aquellos que han optado por llevar adelante el mandado que los debería honrar...
Pero lamentablemente se confunden porque se les descubre la mediocridad que solapadamente esconden, cuando privilegian lo que no es esencial, trepados al "poder" que les legitima alcanzar la conducción, y olvidar que no son nada más que representantes a quienes se les paga por hacer las cosas bien en beneficio del colectivo social, y no para beneficiarse de él...
Allí están las rendijas por donde se cuelan los desvíos conductivos, que propician las endemias que tanto mal arrojan sobre el crecimiento social, la gobernabilidad que ahuyenta a los inversores, las irrespetuosas ofensas a la soberanía que es de todos, el incumplimiento de los marcos legales sin que la Justicia opere como es debido, el desprecio con el que no se defiende la dignidad de quienes son más, los privilegios de quienes se sienten cada vez más poderosos e inexpugnables, la desesperanza de los más olvidados, los movimientos migratorios buscando por algún lado las esperanzas que en sus tierras les niegan, cuando la vida del hombre que debería estar por encima de todo, no es otra cosa que un artículo descartable en la globalización del mercado, del consumismo, de las guerras, y de las tiranías...
No se percibe que se enaltezca la grandeza conductiva, ni que se tenga en cuenta la dramática certeza de que siempre son los pueblos los que pagan y transfieren más riquezas hacia los más ricos y poderosos, a quienes no les conviene el despertar, sino el oscurantismo cultural detrás del que se esconden..., siempre subestimando con un accionar que amenaza, que silencia, que destruye, que empuja a su gente hacia destinos inciertos que pasan por las mafias y pagan con su muerte, el alto coste de alcanzar una esperanza...
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